Las ausencias en el desfile de la Fiesta Nacional suelen ser noticia salvo que una inusual presencia acapare todas las miradas como ayer fue el caso de la representación del Gobierno Vasco, que por primera vez acudió a Madrid a festejar el día de la Hispanidad. El consejero de Interior, Rodolfo Ares, y la presidenta del Parlamento vasco, Arantxa Quiroga, recibieron tantos saludos y abrazos que dejaron en un segundo plano la ausencia de ocho presidentes autonómicos, entre ellos el de Cataluña, Josep Montilla, y el de Valencia, Francisco Camps.

La presencia institucional vasca en la tribuna de autoridades de la parada militar y en la recepción que después ofrecieron los Reyes en el Palacio de Oriente quiso enmarcarse en un contexto de absoluta normalidad. Ares aseguró que se sentía "orgulloso" de representar a la sociedad vasca en Madrid, elogió la contribución del Ejército en la lucha contra ETA y recordó que algunos militares perdieron su vida en la batalla contra el terrorismo. Tras el desfile, el titular de Interior se acercó a saludar a los familiares de uno de los dos guardias civiles asesinados por ETA este verano en Palma de Mallorca, que junto a familiares de otras víctimas del Ejército y la Benemérita aceptaron la invitación de la ministra de Defensa, Carme Chacón, de presenciar el desfile desde un lugar destacado de la tribuna de autoridades.

En el País Vasco, la presencia institucional en Madrid fue interpretada por los nacionalistas como una clara "humillación" y una "supeditación" al PSOE, informa Ana Garbati. Y fue necesario recordar el secuestro, la semana pasada, de un atunero en aguas de Somalia para entender el tono subido de algunas críticas. Los piratas asaltaron el barco dos días después de que el PNV volviera a pedir a Chacón la presencia de marines en los buques para defender a los pescadores. Petición denegada. El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, se refirió a ello en su blog y vino a decir que como el lendakari tampoco defiende la presencia de militares en los atuneros, a los vascos no se les ha perdido nada en la parada militar.

No faltó en el desfile la bronca que recibió el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y que el año pasado fue de tan baja intensidad que ni se reprodujo en los medios de comunicación. La nueva ubicación de la parada militar, frente al estadio del Bernabéu porque la plaza de Colón está en obras, redujo el espacio y acercó al público a la grada de autoridades. Eso provocó que los abucheos se oyeran más y que el público los repitiera cada vez que la imagen de Zapatero aparecía en las pantallas.

Zapatero se lo tomó con cierta deportividad y charlando con la ministra Chacón y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, mientras esperaban a los Reyes, los micrófonos de TVE grabaron cómo el presidente del Gobierno les decía que los silbidos "ya forman parte del rito". Más serio, Gallardón le contestó que quizás sí, pero "que podrían elegir otro día". Y añadió que la actitud de esa parte del público le parecía "una falta de respeto". La crispación entre esos espectadores llegó al punto que abroncaron incluso a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que no pudo ocultar su sorpresa.

A DESTIEMPO Por lo demás, muchos asistentes coincidieron en que Defensa deberá plantear una nueva ubicación. Aunque las obras de Colón finalicen, la colocación de una estatua en una rotonda que se está construyendo inutilizará la plaza para futuros desfiles. Y frente al Bernabéu la parada no luce tanto. Encima este año se quiso amenizar el acto alternando el paso de unidades aéreas con terrestres, pero fallaron los tiempos. Los desfiles se solaparon en algún momento, lo que provocó alguna situación complicada para el Rey, que no sabía hacia dónde saludar, si arriba o abajo.