El Tribunal Constitucional (TC) ha terminado por enmendar la plana al Parlamento catalán, al Congreso y a los catalanes que votaron al Estatut en el referendo celebrado el 18 de junio del 2006. Los magistrados del TC avalaron ayer una parte de las tesis del PP, que hace cuatro años presentó un recurso contra el Estatut porque, según decía entonces Mariano Rajoy, el texto era "el principio del fin del Estado". De los 114 artículos recurridos por los conservadores (el Estatut tenía al nacer 223), el TC anuló total o parcialmente ayer 14 y anunció que, cuando se haga público el texto de la sentencia, otros 23 serán convenientemente reconducidos. Ayer, 28 de junio, los sismógrafos registraron un fuerte maremoto. La incógnita es ahora si un tsunami arrasará la política catalana.

María Emilia Casas, presidenta del TC, se jugaba su prestigio en ello. Suyo era este séptimo proyecto de sentencia. Se puso, pues, a negociar con el magistrado clave, Manuel Aragón, apuesta personal en su día de José Luis Rodríguez Zapatero y que, a la hora de la verdad, se ha mimetizado con el bloque conservador del alto tribunal. El podía decantar las votaciones, de modo que Casas satisfizo ayer su más clara demanda: bajo ningún concepto Cataluña debe, jurídicamente, considerarse una nación. No solo logró ese objetivo. La sentencia subraya hasta ocho veces que España es una nación indisoluble. Visto así, el día de ayer fue nefasto para las sensibilidades más catalanistas e independentistas de Cataluña.

Con todo, tanto el Gobierno central como los propios magistrados del bloque progresista celebraron el fallo como una derrota del PP. "Tranquilo y contento". Así aseguraron fuentes de la Moncloa que, visto su contenido, había recibido Zapatero el anuncio de la sentencia.

LA MAYOR PARTE, INTACTA Los magistrados del bloque progresista, por su parte, destacaron que la espina dorsal del Estatut permanece intacta, siempre y cuando no se considere una vértebra clave todo el capítulo referido a la descentralización de la justicia (arrancado de cuajo) o las incisiones realizadas en los artículos referidos al deber de conocer el catalán en Cataluña y sus consecuencias prácticas. ¿Cómo justificó el bloque progresista tanta verbena? En un hecho incontestable. El ala dura --Ramón Rodríguez Arribas, Jorge Rodríguez-Zapara, Vicente Conde y Javier Delgado-- anunció su propósito de redactar un voto particular de disconformidad, porque la sentencia les parece blanda en varios aspectos.

Calma chicha. Ese sería el parte de los hombres del tiempo de Madrid. El PP se dio por satisfecho y el PSOE no solo consideró derrotado a su rival, sino que, en privado, invitó a relativizar la patriótica defensa del Estatut que anoche hizo el president José Montilla. Hay elecciones a la vista, recordaron en la Moncloa.

Mar gruesa, fuerte oleaje, temporal... El observatorio catalán diagnosticó de forma distinta (PPC al margen, por supuesto) la situación. Montilla no cayó en el error del pasado 16 de abril, cuando el TC se estrelló contra su quinto proyecto de sentencia y los principales dirigentes polí- ticos catalanes salieron airados a criticar al tribunal y el president , en un gesto que corrigió en el último minuto, se resistió a comparecer.

Ayer fue el primero. Si la política catalana tiene que emprender ahora un viaje de incierto destino, Montilla quiso sentarse, parece, en el asiento del piloto, desde donde se maneja el acelerador y, también, el freno. Por el momento, el president pisó a fondo el pedal del gas.

Fue el propio presidente de la Generalitat quien fijo antes que nadie la agenda de informes, reuniones y cumbres previstas para los próximos días, que culminarán con una manifestación en la calle de los catalanes ofendidos con el recorte acordado por el TC, con él mismo al frente detrás de una pancarta.

"Salir a la calle". Artur Mas pareció compartir ayer con Montilla el primer diagnóstico de la situación. Fue fiel a su lenguaje de las últimas semanas. Se ofreció para pilotar con sensatez la respuesta después de las elecciones y, al mismo tiempo, trató de ser rotundo con sus expresiones, como mirando de reojo a Esquerra. No en vano, con las elecciones a menos de medio año de distancia, el Constitucional vertió fertilizante ayer en el campo del independentismo, un vergel por si solo, según las últimas encuestas.

LA ALEGRIA DE ESQUERRA Esquerra estaba ayer exultante. Trató incluso de contener su euforia. Puede que el TC haya modificado la trayectoria de la política catalana, en la que CiU avanza con paso firme hacia la mayoría absoluta. Todo dependerá del papel de cada cual en los días venideros. Por el momento, ayer el Constitucional dio a conocer el fallo del Estatut. La respuesta catalana fue encendida. La próxima semana dará a conocer la sentencia. Allí profundizará en sus argumentos. Explicará, por ejemplo, por qué Cataluña no es una nación. Gasolina sobre el fuego.