Era el Día de la Hispanidad, pero casi se transforma en la jornada del Estatuto catalán. Tal fue el interés de unos y otros en comentar, en el aperitivo servido en el Palacio de Oriente, la polémica reforma, que era difícil encontrar algún corrillo que hiciera caso omiso del polémico articulado.

Si el optimismo antropológico de José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba un Estatuto sin triste mácula anticonstitucional, cinco corrillos más allá, el Rey demostraba que del proyecto estatutario conoce hasta la ubicación de las comas. Aunque la versión castellana merezca suspenso en lengua.

Con la perspectiva de 30 años de reinado, unos cuantos de príncipe aspirante y abundantes experiencias anteriores, Juan Carlos deseaba un texto de gran acuerdo. El sabio funcionamiento de las instituciones era para el príncipe de Asturias camino seguro para encontrar salidas.

En el Palacio Real, Felipe de Borbón compareció sin la compañía de su esposa, Letizia, que sí asistió al desfile, no fuera que una inoportuna ruptura de aguas complicase la celebración del Día de la Hispanidad.

Ya se sabe, una embarazada de ocho meses no debe permanecer horas y horas de pie, que es lo que hizo ayer el resto de la familia real. Tras presenciar el desfile de las Fuerzas Armadas, recibieron uno a uno a sus invitados.

Entre tanta charla, ningún miembro de la familia del Rey rompió el secreto bien guardado del sexo del bebé que espera la princesa de Asturias. Sea niña o niño, el bebé se abrirá camino hacia la vida exterior en presencia de su padre. La Reina explicó ilusionada que su hijo se perderá un momento tan emocionante. Así que, Felipe asistirá en la sala de partos al nacimiento de su hijo.