El médico forense José Luis Miguel Pedrero cifró hoy el número de damnificados por los atentados del 11-M en 1.841, lo que supone 17 heridos más respecto a los 1.824 que cifró la Fiscalía en su calificación provisional en noviembre de 2006.

Así lo manifestó este forense en la jornada trigésimo octava del juicio por los atentados, en la que también se escucharon los testimonios de dos testigos solicitados por la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M para demostrar la condición de víctima de un nigeriano que viajaba en uno de los trenes que estalló y un vecino de los terroristas que se inmolaron en Leganés (Madrid).

La primera de los testigos fue Elisabeth Helen, víctima también del 11-M que trabaja como voluntaria en una ONG haciendo labores de interprete para inmigrantes y que a través de su trabajo conoció el caso de otro damnificado a quién hasta ahora no se le ha reconocido. Se trata de un nigeriano llamado Keneth que en el momento de la masacre se encontraba en España en situación irregular, aunque trabajaba en un centro comercial en turno de noche y todas las mañanas cogía el tren desde Atocha hasta la localidad madrileña de Móstoles donde residía.

Según relató la testigo, la mañana del atentado Keneth cogió el tren, junto a otros dos compañeros de trabajo, y al pasar por la estación de El Pozo estalló una de las bombas. "Keneth, explicó la testigo, siempre viajaba en el mismo vagón pero ese día había mucha gente y tuvieron que subir a otro (vagón) y al piso de arriba, y eso fue lo que le salvó la vida". Tras la explosión, el nigeriano, al oír los gemidos de los heridos dentro del tren, decidió quedarse a ayudar en lugar de marcharse como querían sus compañeros, para evitar que les localizara la Policía "sin papeles", y permaneció socorriendo a los heridos unos treinta o cuarenta minutos, hasta que llegaron los servicios de emergencia.

Elisabeth Helen indicó que "se puso a arrancar bancos del andén que utilizó como camillas y ayudó a sacar a varios heridos del tren en brazos", pero cuando llegó la policía se marchó por miedo a que descubrieran su situación ilegal, razón por la cual tampoco acudió al hospital. La testigo conoció a este nigeriano a través de un amigo y fue ella la que le convenció para ir al hospital a que le reconocieran ya que, dijo, "tenía zumbidos en los oídos y un bulto que le había salido en el vientre y estaba bebiendo una botella de whisky al día".

Tras dos reconocimientos hospitalarios, también le examinó un médico forense que dijo que no estaba acreditada su condición de víctima, hecho que intentó demostrar la testigo en una de las reuniones a las que acudió en el Ministerio del Interior, aportando la ropa manchada de sangre que Keneth llevaba el día del atentado y que había guardado para que se pudiera realizar una prueba de ADN. Sin embargo, en el Ministerio le dijeron que era una prueba muy costosa y probablemente innecesaria, pese a lo que Elisabeth Helen aconsejó al nigeriano que guardara la ropa durante un tiempo. Lo hizo durante dos meses, después la tiró e Interior llamó otro mes más tarde para solicitar que se la facilitáramos, cuando ya se había deshecho de ella, con lo que esa prueba nunca se pudo realizar. En este momento Keneth sigue en España.

La misma asociación pide que también se reconozca la condición de víctima y la correspondiente indemnización a un ciudadano de Leganés, que vivía en el mismo edificio en el que el 3 de abril de 2004 se suicidaron siete autores de la masacre.

El testigo explicó que el día de la explosión se encontraba en casa con su mujer y su hija, y que pasaron "auténtico miedo" esperando a ser evacuados, mientras escucharon el tiroteo y los cánticos y movimientos que había en la vivienda en la que estaban los suicidas.

"Hemos estado en tratamiento psicológico, mi mujer no ha querido ni acercarse a Leganés, no hemos podido recuperar nuestra vida normal, lo perdimos todo y, aunque nos han devuelto la casa, tenemos problemas en la construcción que antes no teníamos y que nos obligan a realizar reparaciones", señaló el testigo, que además aseguró que sigue teniendo problemas para conciliar el sueño, y que ha vivido mucho tiempo sin ganas de hacer nada y sin ninguna motivación.