La crisis del PP gallego en Ourense debiera ser un aviso serio para Fraga y para todo el PP. Hay lecciones que no pueden eludir su peso en la historia. Una de ellas es que toda situación de autoridad excesiva o autoritarismo termina por provocar una reacción de hastío y de cansancio en quien la soporta, en la medida en que pierden eficacia los resortes que la hacían posible.

Durante muchos años, Fraga ha actuado con un personalismo y una autoridad que está fuera de discusión. El PP gallego era sólo un instrumento ejecutor de las decisiones de Manuel Fraga, que con su avanzada edad y con las contradictorios anuncios de su retirada, ha terminado por minar los resortes de que su autoridad indiscutida fuera eficaz. El presidente de la Xunta, al contrario de lo que hizo Jordi Pujol, no encuentra el momento de retirarse desde el éxito electoral y parece como si el destino le empujase a mantenerse en el poder hasta el día de que los ciudadanos de Galicia decidan expulsarlo. La rebelión de Ourense es la primera vía de agua seria en un barco que tiene un casco demasiado antiguo. El PP gallego necesita un dique seco donde cambiar las estructuras para que se mantenga a flote y esa reparación capital exige, también, un cambio de patrón en el timón de la nave.

Si Fraga hace oídos de mercader a esta situación, lo que ocurra después será un declive, más lento o más precipitado, que determinará que sus últimos días políticos sean un calvario en vez de ser una salida honorable.

*Periodista.