Francia tiene incluso mejor tecnología que nosotros, pero no la emplea contra ETA". Este lamento, expresado por un responsable español de la lucha antiterrorista, revela la impotencia del Gobierno ante las carencias de la cooperación francesa en la persecución de los miembros de ETA. El citado experto explica que, encorsetada por su garantista modelo judicial, Francia sigue enviando a España por tren y avión las huellas de los etarras que captura, anticuado sistema que ralentiza su identificación.

Las deficiencias de la colaboración francesa no afectan sólo a la custodia de los detenidos --antes de Ibon Fernández Iradi, Susper, jefe del aparato militar, otros dos etarras han huido desde el 2000--, sino también al desarrollo de las redadas contra la banda. Así se demostró el pasado jueves, cuando el ministro galo de Interior, Nicolas Sarkozy, anunció a su homólogo Angel Acebes que junto a Susper había caído Ainhoa García Montero, a la que se atribuyen varios asesinatos. Más tarde se comprobaría que no era Ainhoa García sino Beltzane Obanos, una desconocida para la policía española. Pero, ¿a qué se debió la confusión?

SEGUIMIENTO POLICIAL

Jueves por la mañana. La policía francesa informa a España de que Iradi y García Montero, vigilados desde octubre e identificados con tales nombres, dejaban su piso de Bayona para emprender un viaje en coche. El temor a perderles la pista precipitó su detención, que desencadenó la captura de otros siete presuntos etarras en Pau, Tarbes, Arcochan y Lourdes. En cada una de estas ciudades, la policía les tomó las huellas dactilares y las envió en tren a París, desde donde otros agentes las transportaron a Madrid en diferentes vuelos comerciales.

Este artesanal procedimiento concluyó en la madrileña comisaría de Canillas, donde expertos antiterroristas escanearon digitalmente las huellas y, a través de una base de datos informatizada, cotejaron las identidades de los etarras. Fue entonces, viernes por la mañana, cuando se descubrió que la verdadera arrestada era Obanos. Las fuentes consultadas apuntan que, aunque Francia dispone de los medios necesarios para digitalizar las huellas dactilares, su legislación le prohíbe remitirlas vía internet. Y reconocen que, de poder hacerlo, los golpes a ETA serían más efectivos.