¿Para qué sirve la convención nacional de un partido? Según los estatutos del PP, para "ofrecer orientaciones, sugerencias y hacer balance". Según su presidente, para que la familia popular "se reúna una vez al año". Pero la experiencia de ayer revela que sólo tiene una función: epatar al personal.

Consulta a las bases no hubo, pues la militancia no tenía ni voz ni voto. Tampoco debate, a no ser que 28 discursos, a razón de ocho minutos, se califique de intercambio de ideas. Pero la vacuidad del cónclave estaba justificada: Aznar ultimaba un nuevo golpe de efecto a mayor gloria de sí mismo. Ahí donde le ven, con ese adusto semblante mesetario, resulta que por sus venas corre sangre bilbaína, por parte de padre. De ahí a cerrar la candidatura de Bilbao iba sólo un paso. Su gesto "testimonial" cosechó 55 segundos de aplausos, cientos de muecas de estupefacción y algunas caras largas: las de quienes se creen sus hombres de confianza, a los que, una vez más, mantuvo en la inopia.

Sólo Javier Arenas estaba en el secreto. Y acaso Ana Botella. También ella quiso epatar a su manera, embutida en una chupa de cuero. Modelo Trini Jiménez, pero en clásico.