Conscientes de que disputan una carrera contra el tiempo y las presiones combinadas del PSOE y de gran parte del empresariado, las fuerzas del extinto tripartito de izquierdas (PSC, ERC e ICV-EUiA) iniciaron ayer mismo, horas después del veredicto de las urnas, el camino para tratar de reconstituir su coalición para gobernar Cataluña.

Los nacionalistas de CiU, entre tanto, apuestan por un acuerdo con los socialistas para formar un Ejecutivo de amplia base parlamentaria. Esta solución es deseada por el PSOE porque permitiría al Gobierno socialista deshacerse de la muleta que le brinda ERC en el Congreso y reemplazarla por la de CiU, una alianza mucho más cómoda para hacer frente a la radical oposición del Partido Popular.

Pero la dirección de los socialistas catalanes no quiere ni oír hablar de tal posibilidad, como se demostró ayer tarde en la reunión de la ejecutiva del PSC. Abrió la ronda de intervenciones Pasqual Maragall, que subrayó la victoria de la izquierda y abogó por la reedición del tripartito.

SUICIDIO POLITICO Todas las intervenciones que siguieron apuntaron en el mismo sentido y dieron carta blanca a su máximo dirigente y aspirante a la presidencia de la Generalitat catalana, José Montilla, para negociar un acuerdo con ERC e ICV, con la única prevención de no aceptar pagar cualquier precio.

Ni uno solo de los muchos dirigentes que tomaron la palabra sugirió ni siquiera la posibilidad de explorar una vía de acercamiento a CiU. Bien al contrario, quedó claro que si fracasara la negociación de la izquierda, el PSC preferiría irse a la oposición antes que pactar con CiU.

La sociovergencia sería, a juicio de la dirección del PSC, un suicidio político. Una inmolación que pasaría la primera gran factura electoral en las municipales del 2007 y la segunda, en las legislativas del 2008, con ERC e ICV como beneficiarios de una eventual sangría de votos socialistas enojados por la entrega de la presidencia a Artur Mas.

El PSC parece dispuesto firmemente a resistir las presiones en favor de la sociovergencia , procedan del PSOE o de donde sea. Perfectamente conocedores de las preferencias del presidente del Gobierno por un acuerdo con CiU, los socialistas catalanes respiraron ayer aliviados cuando José Luis Rodríguez Zapatero dejó la determinación y la negociación de la política de alianzas en manos del PSC y de Montilla.

Así lo expresó públicamente el presidente horas después de haber vetado en la ejecutiva del PSOE la discusión sobre las alianzas del PSC. Un veto que impidió un probable alud de intervenciones contrarias a que los socialistas catalanes pacten con ERC.

Los máximos dirigentes del PSC, ERC e ICV-EUiA establecieron ayer contactos cruzados con la idea común y preferente de gobernar en coalición. Los republicanos Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós hablaron cada uno por su cuenta por teléfono con Montilla, y el ecosocialista Joan Saura hizo lo propio con los líderes socialista y republicanos. También Mas conversó con Carod y Montilla.

El aspirante nacionalista a la presidencia tiene previsto reunirse mañana con el socialista y le planteará su propuesta de pacto sociovergente. Y el lunes próximo, Mas se entrevistará con el candidato republicano.

SIN PASOS EN FALSO Todas las partes coincidían ayer en algo: el deseo compartido de llevar a cabo las negociaciones con discreción y corrección formal. Nadie quiere comprometer sus planes estratégicos con un paso en falso o una estridencia gratuita como las que fueron moneda corriente en la legislatura finiquitada.

Los partidos de la izquierda, además, son conscientes de que una eventual reedición del tripartito requiere celeridad en la negociación. El tiempo juega en contra de esta opción: cuanto más se demore la concreción de un acuerdo, más expuesto estará Montilla y su partido a las presiones del PSOE y del empresariado en favor de la sociovergencia .

Montilla, sin embargo, no está dispuesto a permitir que esa carrera contra el reloj le empuje a cerrar un acuerdo con ERC e Iniciativa que exponga a un eventual nuevo tripartito a los mismos males de los que acabó muriendo en la anterior legislatura.

El líder socialista encara la negociación con una premisa básica: abordar las discrepancias programáticas de las tres formaciones y acordar los términos del desacuerdo. Si este tiene un grado asumible, corresponsabilizarse completamente de las decisiones del Gobierno. En caso contrario, dejar el objeto de la discordia para mejor ocasión. En definitiva: evitar las pugnas públicas y la descoordinación que dieron al traste con el Gobierno de Pasqual Maragall.

Los dirigentes de ERC, por su parte, habrán de dirimir el reparto de poderes entre el cabeza de cartel, Carod, y el hombre fuerte del partido, Puigcercós.