El director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Jorge Dezcallar, pidió al ministro de Defensa, Federico Trillo, que el funeral por los siete agentes muertos en Irak se realizara en la sede de los servicios secretos. Aunque era la primera vez en la historia del Centro que se celebra un acto de este tipo, Dezcallar quería que los fallecidos y sus compañeros recibieran el reconocimiento social que se merecen. La decisión se adoptó el domingo, en el avión en el que Trillo y Dezcallar repatriaban a los espías muertos y al superviviente, José Manuel Sánchez Riera.

Las honras fúnebres se iniciaron a las doce de la mañana de ayer bajo una carpa instalada en el Centro y estuvieron presididas por los reyes Juan Carlos y Sofía y el príncipe Felipe. El presidente José María Aznar y los miembros del Gobierno y las instituciones ocuparon un ala del improvisado templo. La otra fue ocupada por las familias, que mostraron una gran entereza.

LA OPOSICION, PRESENTE En segundo plano se situaron los líderes del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero; de IU, Gaspar Llamazares; y los portavoces parlamentarios de CiU, Xavier Trias, y Coalición Canaria, Paulino Rivero. El representante del PNV, Iñaki Anasagasti, denunció que no había sido invitado, "sin duda por haber pedido la dimisión del ministro Trillo", dijo. Pero un portavoz del Ministerio de Defensa aseguró que había cursado la convocatoria a todos los grupos. Al funeral tampoco asistieron los partidos del Grupo Mixto (al que pertenecen partidos como ERC, EA, BNG, ICV y la Chunta), que no fueron informados del acto por el Gobierno.

En su homilía, el vicario castrense, Daniel Ponte Rodríguez, condenó la violencia y glosó la labor de los fallecidos "en una misión de paz y de ayuda a los demás". El capellán dedicó palabras de "ánimo" a "todos los hombres y mujeres del CNI". "Realizáis una labor muy difícil que quizá pasa desapercibida, pero que es imprescindible para la paz, la tranquilidad de nuestra patria y de la sociedad; no os dejéis llevar por el desaliento, por el desánimo", concluyó.

Tras la ceremonia, que duró una hora, el Rey colocó las medallas sobre los féretros, que fueron sacados a hombros por los compañeros hasta los furgones que esperaban para conducirlos a sus lugares de origen.