Fue como una tromba. Alberto Ruiz-Gallardón inauguró ayer el 15º Congreso Nacional del PP echándole un pulso al aznarismo. El alcalde de Madrid lanzó una batería de críticas a la gestión de Gobierno de José María Aznar, afirmó que los "malentendidos" entre el partido y la sociedad influyeron en la derrota del 14-M y reclamó un "nuevo contrato" con los ciudadanos basado en unos postulados progresistas que chocan con el sector más conservador del PP.

"Reconozcámoslo: algo hemos debido de hacer mal", manifestó Gallardón ante los 3.028 compromisarios, proponiendo, por primera vez de manera abierta, un ejercicio colectivo de autocrítica. Durante la intervención, y al final, recibió aplausos más bien protocolarios, que contrastaron con la ovación cerrada a Aznar cuando entró en el recinto, tras el discurso inaugural.

"OPORTUNISTA" La intervención causó un malestar profundo en la dirección del partido. Algunos dirigentes, en conversaciones informales con periodistas, tacharon al alcalde madrileño de "oportunista" y de haber aprovechado la coyuntura para perfilarse como futuro candidato a la Moncloa. Fuentes próximas al secretario general, Mariano Rajoy, que encargó a Gallardón el discurso inaugural, consideraron que éste fue demasiado lejos.

El alcalde de Madrid comenzó su intervención elogiando a Manuel Fraga y a Aznar por haber convertido al PP en la formación con más militantes de España. También loó los avances, sobre todo en materia económica, producidos durante los ocho años de Gobierno de Aznar. Sin embargo, consideró un "grave error" refugiarse en los logros pasados, y a partir de ahí comenzó a desgranar su sarta de críticas al aznarismo.

Así, dijo que los atentados terroristas del 11-M no bastan para explicar la victoria del PSOE en las elecciones celebradas tres días después. También influyeron, dijo, los "malentendidos" producidos "en los últimos años" entre el PP y la sociedad.

"Uno y otro elemento son determinantes para entender lo que ocurrió aquella jornada, y quien prescinda del primero para fiar el acierto de su análisis sólo al segundo --o viceversa-- estará sin duda equivocándose", sentenció. En ningún momento acusó Gallardón al PSOE de "manipulaciones" o "mentiras", como hicieron los demás oradores.

PENSAMIENTO UNICO El alcalde de Madrid exhortó al partido a buscar la unidad, pero no "al precio de un pensamiento único", y con base en ese principio abogó por el aperturismo, el diálogo y la concordia. Criticó a Aznar por no haber cumplido su promesa de regeneración democrática. "Quizá debimos haberlo hecho durante las dos legislaturas en que tuvimos la mayoría en el Parlamento", dijo. También reclamó un apoyo "convencido y convincente" a la Constitución europea, frente al rechazo del expresidente del Gobierno.

En un tono más de estadista que de candidato a la ejecutiva (Rajoy no cuenta con él para el más restringido Comité de Dirección), Gallardón propuso un "nuevo contrato" del PP con la sociedad, para llevarlo del "centro reformista" al "centro integrador". El contrato constaría de tres "cláusulas" La primera, dijo, consistiría en un "nuevo lenguaje", de modo que los militantes sean liberales "por convicción y no como nota ideológica".

Planteó en segundo lugar una "nueva complicidad" con ciertos sectores que se han distanciado del PP. Citó a los "creadores" --a los que el anterior Gobierno atacó por su oposición a la guerra de Irak--, a los inmigrantes --asociados a menudo a la delincuencia por Aznar-- y a los homosexuales, para quienes reclamó plenos derechos, incluido el de la adopción, el mismo día en que el Gobierno socialista apoyaba un anteproyecto de ley.

PUYAZO A LA IGLESIA Gallardón pidió que, en este y otros debates, el PP debe atender en primer lugar las aspiraciones de los ciudadanos, "sin que sus propuestas se vean condicionadas por ninguna confesión religiosa, corriente ideológica o postura particular". Todo un puyazo a la Iglesia católica y sus acólitos en el PP, que en las últimas semanas han atacado al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero por apoyar a los gays, defender el laicismo y plantear cambios en la asignatura de Religión.

Como tercera cláusula, propuso una "nueva relación con los ciudadanos de las nacionalidades y regiones". Tras rechazar los radicalismos y la demanda de "privilegios" de algunas autonomías, abogó por un modelo de Estado "más avanzado, diverso y solidario", en el que prevalezca el diálogo sobre la intolerancia. Como modelos a seguir, citó a los erasmistas, los reformadores ilustrados y los diputados constituyentes de Cádiz. Y, aconsejó a Rajoy que supere las "posiciones preconcebidas de unos y otros" y se atreva a pensar "sin barandillas ni muletas".