No es la primera vez que se pone en duda la capacidad profesional de Baltasar Garzón. Un magistrado respetado cuando se enfrenta a ETA, pero cuestionado si investiga a partidos políticos sean del color que sean. Sin solución de continuidad pasa de ser "valiente y con arrojo" a "prevaricador, vengativo y mal instructor". Nada nuevo bajo el sol, salvo que ahora Garzón está más solo que cuando llegó a la Audiencia Nacional hace 21 años. Su lista de enemigos no ha parado de crecer y sus aliados se cuentan con los dedos de una mano. Sus adversarios quieren echarle de la carrera judicial y dar por finiquitada la era del juez estrella.

Garzón ha hecho de su profesión el centro de su vida. Como hizo su ídolo, el fiscal antimafia Giovanni Falcone, asesinado en 1992. El magistrado ha seguido su estela y ha hecho suya la filosofía que marcó el destino del conocido juez italiano: "Un hombre debe hacer aquello que su deber le dicta cualesquiera que sean las consecuencias personales, los obstáculos, el peligro o la presión".

Este compromiso moral ha llevado a Garzón ha mojarse en demasiados charcos. "Es un hombre muy echado para adelante que se mete en lugares arriesgados", dice Luis Aguiar, exvocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Y es que, como explica Clemente Auger, expresidente de la Audiencia Nacional y juez del Supremo, "la capacidad de defensa de organizaciones poderosas como los partidos políticos o las multinacionales no tiene límite mientras que el juez está limitado por la ley".

El magistrado conoce muy bien esta situación. En 1994, el PSOE le buscó las vueltas cuando decidió reabrir el caso GAL después de su fugaz paso por la política. Entonces contó con el apoyo de un sector de la judicatura que se negó a perdonar el terrorismo de Estado. Ahora la situación es distinta. La investigación contra la trama corrupta vinculada al PP ha dejado al descubierto la soledad del juez. El PP ha iniciado una estrategia de desprestigio a la que se han sumado otros sectores que, desde hace años, sostienen que Garzón debe marcharse de la Audiencia Nacional e iniciar otro camino profesional.

Por ello, los mensajes para que tire la toalla se acumulan. El PP le descalifica cada día mientras presenta querellas y denuncias ante el Supremo y el CGPJ. Sin embargo, sus colegas del Tribunal Supremo han sido los que han logrado hacerle el mayor daño. Hasta ahora, Garzón se había ganado la fama de juez honesto, pero su reputación está bajo sospecha después de que el alto tribunal le denunciara el pasado lunes ante el CGPJ por haber ocultado que cobró 200.000 dólares durante su licencia de estudios en Nueva York en el 2005 y el 2006.

La decisión del Supremo pilló al juez en Guatemala, lo que le impidió defenderse. Por ello, la tesis de que mintió y se ha hecho millonario ha crecido como la espuma. Sin embargo, Aguiar -- que concedió en el anterior CGPJ la licencia de estudios a Garzón-- rechaza haber sido engañado. "Sabíamos que si se iba a EEUU por un periodo prolongado iba a percibir algún tipo de complemento salarial como hacen todos los jueces que se desplazan al extranjero", explica.

Hechos prescritos

La denuncia del Supremo, según fuentes del CGPJ, tiene poco recorrido porque los hechos han prescrito. Pero el daño ya está hecho. Garzón tiene muy limitada su capacidad de defensa, ya que el poder judicial no analizará el fondo del asunto y lo cerrará por el hecho de haber pasado más de dos años desde que se fue a Nueva York.

Por si esto fuero poco, las relaciones del juez con la fiscalía tampoco pasan por sus mejores horas. La decisión de Garzón de abrir un proceso al franquismo ha acabado con su amistad con el fiscal jefe, Javier Zaragoza.

Así las cosas, Garzón solo cuenta con cierto apoyo popular y el reconocimiento internacional. Unos bagajes que quizá sirvan para romper el maleficio de que "un Estado que no protege a sus jueces, no es un buen Estado".