Luis Bárcenas lleva tanto tiempo haciendo cuentas para los populares que hasta a los más veteranos les cuesta recordar el día que lo vieron por vez primera. "¡Puff!, hace ya una eternidad- Luis era un veinteañero cuando entró en Alianza Popular", subraya uno de sus compañeros. Y es que el hombre de moda, ese pitagorín con aspecto de galán de película en blanco y negro, ha sido gerente de los conservadores en tiempos de Fraga, de Aznar y de Rajoy.

Bárcenas lleva la historia del PP a sus espaldas. Guarda en su cabeza el pasado popular, incluido el menos honroso: fue durante unos años el subalterno de Rosendo Naseiro, el tesorero que era tan amante de las corruptelas como del arte (en los 80 logró reunir una colección de bodegones que vendió en 1996 al Museo del Prado por 26 millones de euros) y que fue expulsado del partido. Casi 20 años después, Bárcenas ha seguido la misma suerte y, según dicen las malas lenguas, ahora hay miedo a que se atreva con ese "tirón de manta" con el que cuentan que amenazó.

Pablo Crespo, uno de los supuestos cabecillas de la trama Gürtel, enfatizó en una conversación grabada por la policía que tanto Bárcenas como su inmediato antecesor en la tesorería del PP, Alvaro Lapuerta, guardaban en sus memorias todo un tesoro informativo. "A Alvaro le pueden sacar la de Dios, sabe mucho. El y Luis Bárcenas lo saben todo", explicaba Crespo a un tal Gerardo, según recoge el sumario conocido el martes.

Hay quien hace meses se puso la venda antes de conocer si iba a haber o no herida. Fue Esperanza Aguirre. "Le pido de rodillas a Bárcenas que toda la información que tenga sobre mí la haga pública cuánto antes", espetó Aguirre cuando, allá por el mes de julio, se desayunó con algunas crónicas periodísticas que apuntaban que Bárcenas hablaba ya de poner en marcha el ventilador. Las desavenencias entre Aguirre y Bárcenas vienen de lejos y, lo que son las cosas, tienen como telón fondo los orígenes del caso Gürtel y el espionaje en el PP.

En noviembre del 2004, el entonces tesorero del PP, Alvaro Lapuerta, y su gerente, Bárcenas, se reunieron con Aguirre. Al parecer, Lapuerta y Bárcenas advirtieron a la presidenta de que Francisco Correa, --supuesto jefe de la red corrupta-- preparaba un fraude urbanístico en Arganda del Rey (Madrid). Aguirre hizo caso omiso al aviso. Bárcenas ya estaba distanciado de la trama Gürtel cuando se produjo la reunión, pero atrás quedaban decenas de negocios sucios a medias y varios sobornos, según el sumario.

Llamada a Aguirre

Un par de años más tarde, Rajoy telefoneó a la lideresa para comunicarle que habían llegado a manos de su tesorero dosieres sobre sus consejeros Ignacio González y Francisco Granados. Las relaciones entre el equipo de Aguirre y los responsables de la tesorería del PP se fueron tensando hasta que, en el 2009 (justo cuando estalló el escándalo del espionaje en Madrid) Lapuerta denunció que se sentía espiado. Qué cosas. En esas mismas fechas salió a la luz que Bárcenas había osado telefonear a la Comunidad para quejarse de que no se le daban contratos a Alvaro de la Cruz, amigo suyo e implicado también en el caso.

Su enemistad con Aguirre y los cientos de titulares que se ha ganado Bárcenas (se le acusa de haberse llevado 1,3 millones de euros gracias a la trama) empezó a incomodar al PP el año pasado. Hasta el punto de que su secretaria general, Dolores de Cospedal, se pasó meses clamando por su dimisión. Pero el respaldo de Javier Arenas --quien, junto a Francisco Alvarez-Cascos se ha convertido en uno de sus defensores--, libraron a Bárcenas del castigo hasta el miércoles, en que Rajoy salió del limbo y exigió su marcha.

A Bárcenas, el tesorero amante del riesgo, de las casas y de los viajes de lujo le va a sustituir un hombre tranquilo: José Manuel Romay Beccaría. El será quien guarde la hucha popular a partir de ahora. El PP cruza los dedos y pide tranquilidad.