El Gobierno pactó en la madrugada del domingo el Estatuto catalán con CiU, pero en la mañana de ayer se encontró con el rechazo de ERC, que lo ve "inaceptable". El acuerdo alcanzado supone que el término nación, en alusión a Cataluña, sólo aparecerá en el preámbulo, se creará una agencia tributaria consorciada y se aumentará la participación catalana en el IRPF del 33 al 50%.

La lectura es que Cataluña tendrá un nuevo y puede incluso que ambicioso a la par que sensato Estatuto (lo suficiente como para que no sea alocado pronosticar que, como dijo ayer Artur Mas, el propio PP lo fotocopie para las autonomías en las que gobierna), pero tras el alumbramiento el júbilo no ha unido al cuatripartito en la celebración, como sí ocurrió cuando tuvo lugar la concepción, el pasado 30 de septiembre en el Parlamento catalán. Las disputas por la paternidad se desataron ayer ferozmente. El semáforo verde parlamentario para el Estatuto, por el momento sin la colaboración de ERC y no se sabe si la de ICV, abre una nueva etapa en la política catalana y española.

LA VENTAJA El presidente de CiU, Artur Mas, con la indispensable ayuda de José Luis Rodríguez Zapatero, tomó ventaja a la hora de fotografiarse con la criatura en brazos. Sus adversarios respondieron ayer que es fea. El ejemplo de cómo están las cosas es lo que sucedió ayer a las 17.54 horas. Mas, flanqueado por Josep Antoni Duran Lleida y Jordi Pujol, relataba su reunión de siete horas mantenida el sábado por la noche con Zapatero, pero sobre todo subrayaba aquellos avances que eran obra de CiU. A la misma hora y minuto, Josep Lluís Carod-Rovira se vaciaba los bolsillos en el control de metales del aeropuerto de Barajas, mientras Joan Puigcercós, número dos de ERC, tenía que quitarse el cinturón ante las cámaras. Regresaban de hablar con Zapatero, que en ese instante atendía a Joan Saura (ICV).

La cita secreta del sábado dio y dará que hablar. Al PP, la nocturnidad con la que todo aconteció le servirá, probablemente, para acrecentar el mito de la Cataluña que vampiriza al resto de España. Nada nuevo, pues. Pero para ERC, ICV-EUiA y también el PSC (que sabía ya el viernes de las intenciones de Zapatero) fue un exceso innecesario por parte del presidente del Gobierno.

Los dirigentes de Esquerra reaccionaron mal. Deploraron la "deslealtad" del PSOE con sus socios en el Congreso y de CiU con sus aliados del cuatripartito. Saura evitó el error y disimuló el enfado de Iniciativa con un subterráneo ataque a la federación nacionalista. Consideró comprensible el plus de protagonismo para CiU, ya que, como insistió en recordar, se sienta en los ingratos escaños de la oposición.

La decisión de Zapatero de dar salida al Estatuto en un mano a mano con Mas, sin embargo, tuvo consecuencias más allá del comprensible ataque de celos. Esquerra le trasladó al presidente que, si nada cambia, su respuesta será la abstención. Saura, a la salida de la Moncloa, explicó que esta mañana recomendará en la ejecutiva de Iniciativa un sí , pero no descartó sorpresas.

Puede ser una fiebre pasajera, ya que hoy comienza una terapéutica semana de fotografías en la Moncloa. Primero pasarán, hoy mismo, Mas y Duran Lleida. Mañana, Carod y Puigcercós. El miércoles será el turno de Saura.

Todos quieren enseñar qué huella han dejado en el texto a debate, pero CiU pretendió ayer que nadie más mordiera el pastel, así que se apresuró a reivindicar su protagonismo en las dos mayores cuestiones de disputa: la definición de Cataluña como nación y el sistema de financiación autonómica. Sin embargo, anunció que éste deberá revisarse en un plazo de cinco años.

La propia Consejería catalana de Economía se alegró del paso de CiU por la Moncloa. Lo hizo, claro, solicitando también la paternidad del acuerdo en financiación. La tesis es que el modelo es, en esencia, la propuesta del consejero Antoni Castells, en la que Mas ha logrado a lo sumo que la parte de impuestos especiales que corresponde a la Generalitat suba al 58%.

¿Y Maragall? ¿Inquieto tal vez por el cada vez más largo noviazgo de Zapatero y Mas? En apariencia, no. El presidente catalán, ya por la mañana, interpretó bien por donde irían las cosas el resto de la jornada y desarrolló "la teoría de las dos efes", es decir, "o feina trabajo o foto". Se declaró partidario de la primera.