Quim Torra se ha granjeado fama de impredecible ante el Gobierno central, sobre todo a raíz de lo ocurrido hace unos días en Washington, cuando abandonó ruidosamente un acto en protesta por las palabras del embajador español, así que en la Moncloa preparan con nerviosismo la cita que este lunes mantendrá con Pedro Sánchez. Hay muchas expectativas depositadas en el encuentro entre el jefe del Ejecutivo y el ‘president’ de la Generalitat. Las relaciones entre ambas instituciones se rompieron a raíz del referéndum de autodeterminación del pasado 1 de octubre, las cargas policiales y la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Los colaboradores de Sánchez confían en que la reunión, que comenzará a las 11.30 de la mañana, sirva para iniciar la “normalización”. Solo la foto de ambos mandatarios, señalan, será un “paso positivo”.

A partir de ahí, el Gobierno no se atreve a anticipar qué ocurrirá durante una cita en la que Sánchez ofrecerá a Torra acuerdos en tres materias distintas. Por un lado, retirar varios de los recursos que el Ejecutivo de Mariano Rajoy presentó contra iniciativas del Parlament, muchas de ellas sociales y apoyadas por el PSC, ante el Tribunal Constitucional (TC), que las dejó en suspenso. En total, el Gobierno estudiará 23 iniciativas catalanas en este campo. Por otro, aumentar las inversiones. Y por último, abordar transferencias pendientes.

Pase lo que pase, explican en el Gobierno, tanto si el ‘president’ recoge el guante como si se niega a negociar estas materias y se centra solo en el derecho de autodeterminación, los efectos serán positivos. En el primer caso, quedará claro que el “entendimiento es posible”, al menos parcialmente: que más allá de las profundas diferencias sobre un referéndum de la independencia que Sánchez no está dispuesto a aceptar bajo ningún concepto, se puede avanzar. Del segundo escenario, con Torra dando un portazo a Sánchez, también se podrían extraer consecuencias beneficiosas. El presidente del Gobierno, explica un importante dirigente socialista, aparecería “centrado”. Mostraría que está dispuesto al acuerdo, a tomar decisiones beneficiosas para “toda la ciudadanía catalana”, y al mismo tiempo desmontaría la acusación de que tiene un “pacto oculto” con los secesionistas a cambio de su apoyo a la moción de censura.

Gestos conciliadiores

La reunión ha sido preparada durante los últimos días por la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, y la ‘consellera’ de Presidència y portavoz del Govern, Elsa Artadi. Todo por teléfono, por problemas de agenda. El intercambio no comenzó de la mejor manera posible, a ojos del Ejecutivo. La Generalitat envió una propuesta de orden del día inasumible en la Moncloa: un documento de apenas dos páginas en el que se proponía que los únicos temas a tratar fuesen el derecho de autodeterminación, los dirigentes independentistas presos (recientemente trasladados a cárceles catalanas) y los vestigios del franquismo.

Pero la Generalitat y el Gobierno, al mismo tiempo, comenzaron a desplegar un discurso de tintes conciliadores. El independentismo llevaba días insistiendo en la necesidad de que el diálogo fuese “sin condiciones” y varios miembros del Ejecutivo dijeron que se podía hablar de todo, que Torra podría plantearle a Sánchez un referéndum pactado, pese a que el presidente no estaba dispuesto a ceder aquí. El Govern aplaudió el gesto, que motivó que ERC y el PDECat apoyaran la renovación de la cúpula de RTVE pactada por el PSOE y Podemos, y también procedió a nombrar a los integrantes de unas comisiones bilaterales que no se reunían desde 2011.

El Gobierno otorga una enorme importancia a esta decisión. Estos organismos serán los encargados de estudiar a fondo los conflictos sectoriales, porque Sánchez y Torra, en principio, no pasarán de analizarlos muy por encima. De lo que se trata en la reunión, señalan fuentes de la Moncloa, es de crear “un nuevo clima”, de pactar algún tipo de colaboración que permita orillar por el momento la autodeterminación y anunciar que este será solo el primero de otros encuentros.

El pasado jueves, durante la sesión de control al Govern en el Parlament, Torra ofreció ya una segunda cita, en septiembre, pero pidió que tuviese lugar en el Palau de la Generalitat. La iniciativa era algo heterodoxa porque la costumbre indica que es el jefe del Ejecutivo quien ejerce de anfitrión con los presidentes autonómicos, pero fuentes del Gobierno señalaron que el gesto era “muy positivo”. Llegado el caso, si el encuentro de este lunes “marcha bien”, Sánchez no tendría problemas en verse con Torra en Barcelona.