José Luis Rodríguez Zapatero hizo ayer una exhibición de talante antropológico en su última jornada en China. Desde el palco de honor del estadio de los Trabajadores de Pekín, el presidente, confeso forofo del Bar§a, presenció con satisfacción cómo el Real Madrid batía al Pekín Guan en un encuentro amistoso con ocasión del 20º aniversario del hermanamiento de las ciudades de los dos equipos.

Fue una victoria ajustada, de tres a dos. Pero victoria al fin y al cabo. Zapatero se alegró con el resultado. A fin de cuentas, tampoco le venía nada mal una última victoria española después de dos días de anotar él algunos goles políticos y económicos en su encuentro con el régimen chino.

Aplausos entusiastas

Sentado entre su esposa, Sonsoles Espinosa, y el alcalde de Pekín, Luang Oishan, el presidente ovacionó con entusiasmo los tantos de Raúl, Guti y Figo, quien, pese a tener un pie fuera del club, sentenció de penalti el encuentro en el minuto 81. También aplaudió, aunque con moderación, los goles de Lu Jiang y Jelic. Todo sea por la alianza de las civilizaciones.

La lluvia pertinaz que cayó durante todo el día en la ciudad deslució el encuentro, pero no estropeó el buen rollo en el palco. Con un traductor chino acuclillado tras ellos, Zapatero se carcajeaba con el alcalde de Pekín y el ministro de Asuntos Exteriores chino, Li Zhaiuxing. También intentó aprovechar un descuido de Sonsoles para ponerle una gorra del Real Madrid, pero ella lo repelió heroicamente.

El único momento de tensión se vivió cuando, al ser desplegada sobre el palco una lona con el nombre del Madrid, se vino abajo el agua acumulada. Al instante, los guardaespaldas protegieron al presidente con una docena de paraguas.

Horas antes del encuentro, una delegación del Real Madrid realizó una visita de cortesía al presidente del Gobierno en el hotel donde se aloja:

"--¿Qué te parece Ronaldinho?", preguntó Zapatero al madridista Raúl.

"--Excelente jugador", respondió el capitán, diplomático.

La lluvia obligó a anular la visita prevista a la Gran Muralla. Tampoco hizo el presidente el paseo de rigor por la Ciudad Prohibida. Eso sí: tras visitar varias empresas españolas en Pekín a primera hora, Zapatero acudió con su esposa Sonsoles al mercado de la Seda, un bullicioso bazar de cinco plantas donde se venden a precios irrisorios copias de ropa, relojes y bolsos de grandes firmas, fabricadas en muchos casos con mano de obra que trabaja en condiciones de explotación.

La pareja presidencial no compró nada. Rodeado de un cordón de seguridad de agentes chinos, Zapatero parecía incómodo. A quien sí se vio regatear como un profesional y salir con un par de bolsas fue a algún asesor monclovita.