Las portadas van del desplome bursátil pero, pese a ello, el cese de Jiménez Aguilar, secretario general de la CEOE desde 1984, ha provocado una gran marejada. La CEOE es hermética y desde hace 24 años --cuando Carles Ferrer se retiró-- ha estado dirigida por Cuevas y Aguilar.

Con presupuesto potente, cuentas poco auditadas y puño de hierro, la CEOE de Cuevas ha pesado. El balance es ambivalente. Por una parte, cierto fundamentalismo. Por la otra, práctica de la negociación social. ¿Qué pasa ahora? ¿Por qué la guerra interna?

El agit-prop de Madrid dice que la CEOE era una institución sólida pero que el nuevo presidente, Gerardo Díaz Ferrán, la ha dividido por sus intereses que le obligan a contemporizar con el Gobierno. Todo es más poliédrico.

Cuevas enterró la cláusula de los dos mandatos y fue reelegido seis veces. Y arrinconó a los discrepantes. ¿Qué intereses defendía la CEOE en la batalla del Estatuto catalán y en la opa de Endesa?. A final del 2006 Cuevas se retiró y cooptó a Díaz Ferrán, copropietario de Marsans y presidente de la patronal madrileña. Pero el ascenso fue fruto de un pacto que reforzaba a Jiménez Aguilar. Y este creyó que podría seguir cortando el bacalao mientras Ferrán, que mandaba a medias, se negaba a ser un presidente de paja. Aguilar estaba respaldado por Andalucía (su presidente tenía aspiraciones) y por Jesús Bárcenas, presidente de la Cepyme. En marzo Ferrán quiso relevar a Aguilar pero luego dio marcha atrás. Ahora ha dado la batalla y, ante la sorpresa de Aguilar, ganó en el comité ejecutivo por 22 a 12. No fue un paseo militar pero se constató que los tiempos han cambiado.

Díaz Ferrán quiere volar sin ataduras. ¿Representa un cambio político-ideológico?. En una breve conversación la pasada primavera interpreté así su posición. Primero, soy próximo a Esperanza Aguirre porque es una liberal proempresa. Segundo, la crisis viene fuerte y la prioridad es el tejido empresarial. Y como ZP ha ganado (miró al cielo sugiriendo que no era su opción), el PP debe ser responsable. Ferrán es muy conservador. Y muy pragmático. Cree que los empresarios deben influir sobre el Gobierno y que, en el momento actual, la liquidez y el papel del ICO son esenciales. Pero actúa como un elefante en una cacharrería. Cuando dice que "hay que poner entre paréntesis la economía de mercado" tiene razones. Es lo que hace Bush cuando, asustado por la crisis, nacionaliza bancos. Pero se presta a ser acusado de "querer traer a Fidel Castro a arreglar los problemas de España del siglo XXI" (Bárcenas dixit).

Ya se sabe. Quien rompe el guión de cierta derecha es un criptosocialista. Aunque sea presidente de la CEOE.