Puede que Alberto Ruiz- Gallardón haya perdido, al menos de momento, la partida por el poder en el PP, pero no ha extraviado el sentido del humor. Y con retranca no exenta de malicia, el alcalde de Madrid se refirió ayer a su enemiga íntima, la horma de su zapato, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Implícitamente, claro está.

El regidor aprovechó la recepción que ofreció en el Ayuntamiento de Madrid a la Cofradía del Entierro de la Sardina para trazar un más que visible paralelismo entre la despedida de los excesos del carnaval y su derrota en el objetivo de integrar la lista del PP a las generales. "Ha triunfado doña Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta", dijo, antes de precisar que no todo está perdido: "No hay que darse a la melancolía, porque su victoria es pasajera". "Sí, amigos: ha triunfado Doña Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta, y no queda más remedio que plegarse al triste designio que a los alegres y buenhumorados nos depara. Pero no os deis a la melancolía: sabemos que su victoria es pasajera, porque, en el peor de los casos, representa solo la mitad de la vida", continuó Gallardón, que apostilló, entre risas: "Hay otra vida".

El alcalde se refirió a la sardina enterrada cual si fuera víctima de un complot político: "Toda una existencia de discreción y estrechez para terminar ahora apenas acompañada de unos pocos fieles". Lamentó que el tiempo de carnaval haya pasado tan rápido. "Fugacidad de la política", afirmó, y remachó, en el mismo tono ambiguo: "¡Cuántas vueltas da la vida, y qué imprevisibles son, en medio de la mudanza, los sentimientos, capaces de regalarnos un destello de ilusión en un momento difícil o de refrenar el optimismo con un punto de inquietud!".

NI UN BESO Horas antes, el alcalde de Madrid se había sentado a escasos centímetros de su rival. Fue en la inauguración del nuevo intercambiador de transportes de la plaza de Castilla. Pero Gallardón y Aguirre apenas se miraron. Y no se besaron. Al llegar, se saludaron escuetamente: ella le apretó la mano, él le dio una palmada en la espalda. Algunos asistentes reclamaron un beso, y Aguirre, que parecía más dispuesta a escenificar una aproximación, replicó así: "¿Tengo que besar al alcalde de Madrid o puede ser a cualquier alcalde?". Y besó al de Alcobendas, Ignacio García de Vinuesa.