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En su discurso institucional de la festividad de San Jorge, el presidente de la Comunidad de Aragón, Marcelino Iglesias, hizo frente a una clamorosa petición popular: que la recuperada sintonía entre el Gobierno central y el aragonés sea aprovechada para superar agravios históricos. Y en ello está, a sabiendas de que la política española le apasiona. A menudo parece un hombre de Estado, papel en el que se desenvuelve como pez en el agua.

--¿Tan identificado está Aragón con usted?

--En mi caso, es la primera vez que un presidente aragonés repite en el cargo. Hasta ahora eso dificultaba la fijación de imágenes, a diferencia de lo que sucedió en otras comunidades autónomas.

--¿Le gustaría que se pensase más en usted?

--Mi esfuerzo se centra en que se perciba el Gobierno de Aragón, más que a mi persona.

--Imagínese que Aragón, que ya fue reino, fuese una nación. ¿Cómo gobernaría?

--No me lo planteo.

--Dicen que usted y el alcalde no se llevan precisamente bien. ¿Qué hay de cierto?

--Zaragoza es la primera ciudad de Aragón y es verdad que hacemos un esfuerzo especial para que se note aquí nuestra acción de gobierno. Pero mis relaciones con él son cordiales.

--¿Cómo ve su comunidad?

--Desde el punto de vista institucional, hemos duplicado la dimensión de la Administración autonómica, donde son clave la sanidad y la educación. Una autonomía se viste de largo cuando tiene realmente esas competencias. Nuestras apuestas de futuro son diversas, pero se centran en las nuevas tecnologías y en la logística. La logística es un cuello de botella de la nueva economía, que para esto requiere centralidad. Internet permite agilizar los pedidos, pero las mercancías hay que moverlas. En ese sentido, Zaragoza brinda la logística de más alta calidad de Europa y con el AVE casi podemos decir que estamos a una hora de Madrid y a otra hora de Barcelona, lo que nos convierte, de paso, en un nuevo centro de negocios. Somos ya los distribuidores de más de 20 millones de habitantes que tienen las rentas más altas de España.

--Tiene el cuarto sueldo más alto de los presidentes autonómicos ¿Se considera bien pagado?

--Estoy satisfecho con mi sueldo, aunque creo que el sueldo de los políticos admite un debate a fondo. Hay ejecutivos de empresas que ganan muchísimo más que los ministros. Pero si hablo de mi caso, no tengo problemas; mi mujer también trabaja.

--Un sector del PP vinculó el triunfo del PSOE a la matanza del 11-M, y hasta se habló de claudicación ante el terrorismo. ¿Qué opina?

--El 11-M no tuvo ningún efecto electoral. Lo que sí hubo fue la sensación de que el Gobierno engañaba a la gente. La postura de Zapatero ya se percibía nítida antes de ganar las elecciones, y no con ningún afán contra nadie, por ejemplo Estados Unidos, con el que nos unen tantas cosas, aparte de que somos amigos.

--Le leo una declaración suya: "He estado en la campaña francesa y los socialistas comenzaban todos los mítines poniéndonos de ejemplo. Y así les ha ido. Han dejado a Chirac tiritando. Zapatero es un ejemplo de cómo se pueden ganar elecciones a pesar de las encuestas".

--Como tengo muy buenos amigos allí, me invitan a participar en las campañas electorales. Y es verdad que los socialistas avanzaron tras el triunfo de Zapatero y que nadie se inhibía de hablar del éxito del PSOE, que se convirtió para ellos en una referencia.

--¿Estamos españolizando a los franceses que antes nos afrancesaban?

--Hombre, el francés es un pueblo muy orgulloso y muy consciente de que la política tiene una de sus raíces democráticas en la Revolución Francesa y en su modelo. Pero sí da cierta satisfacción que se mire hacia España, como se miró esos días posteriores al 14-M, ya que nuestra posición tuvo una cierta incidencia en Francia. Lo que mis amigos franceses nunca entendieron era el alejamiento de España de la UE. Es decir, la posición de Aznar de considerar que nuestra alianza se supeditaba a nuestra relación con EEUU. Tampoco lo entendieron los alemanes. Es más, me preguntaban qué pasaba en España y cómo España podía reaccionar así cuando había sido uno de los países más europeístas. Por eso recibieron como un bálsamo el 14-M, como una especie de vuelta del hijo pródigo.