Lo que más agradecen los familiares de las 62 víctimas del Yak-42 al ministro José Bono es haber podido escuchar, de su boca, el relato de los hechos que condujeron al accidente y el de las posteriores labores de identificación --errónea-- de los cadáveres. Porque confirmó, una por una, cada una de las irregularidades que ellos habían ido denunciando desde la catástrofe.

Las quejas previas

El Ministerio de Defensa conoció hasta 12 quejas formales de diferentes militares previas al accidente. De ellas, dos se referían expresamente a la seguridad de los vuelos en ese tipo de aviones. Nunca se realizó ninguna inspección fruto de esas protestas. Destacan las dos que profirió el teniente coronel jefe del contingente, José Ramón Solar.

Incumplió las normas internacionales de aviación. Voló con el grabador de la caja negra estropeado. Estaba roto desde un mes y medio antes. Nunca fue inspeccionado por Defensa, aunque el contrato con Namsa (agencia de la OTAN) lo permitía. Ocho modelos idénticos se estrellaron antes, en diversos países. Y encima era más caro que los de Air Europa que repatriaron a las tropas de Irak: 318 euros (50.000 pesetas) más por pasajero.

El vuelo

La tripulación superó con creces el tiempo máximo de trabajo sin descanso permitido en España. El piloto llevaba 4 horas y 16 minutos más de las legales (23 horas y 26 minutos sin descansar). Se comprende que estuviera cansado.

La identificación

Las pruebas de ADN --a las que se negó el exministro de Defensa, Federico Trillo-- demostraron que al menos 22 de los 62 cadáveres fueron mal identificados. Para subsanar el error, habrá una nueva ronda de pruebas de ADN.