La acritud del debate entre Aznar y Zapatero pone en evidencia la existencia de un enfrentamiento sin cuartel en el que no caben las áreas de consenso imprescindibles en toda democracia. La proximidad de un largo y denso periodo electoral --repetición de los comicios en Madrid, elecciones catalanas, legislativas y andaluzas en los próximos ocho meses-- explican en parte la virulencia del debate. Interviene también la voluntad de Aznar de delimitar el campo de juego de su sucesor, a quien le será muy difícil reconstruir puentes con la oposición. Se va, pero deja una herencia.