Ya han pasado siete días, pero los ciudadanos de a pie siguen sin olvidar el luto. Ayer se cumplió una semana del brutal atentado que convirtió Madrid en la capital del horror. Las tres estaciones de la compañía ferroviaria española Renfe donde reventaron los cuatro trenes a manos de los terroristas se convirtieron, un día más, en santuarios del dolor, tanto para las víctimas directas como para sus familiares y demás ciudadanos. Ahora la pregunta es: ¿quién se atreverá a retirar las velas, las flores, los lazos negros, las pancartas y las pintadas? Este es un resumen del alud de sentimientos con el que miles y miles de ciudadanos rindieron homenaje a los 202 muertos, los 1.500 heridos y a sus familias.

Llantos, oraciones y silencio sobrecogedor

Atocha se convirtió ayer en una estación sobrecogedora. Más de 1.500 ciudadanos se dieron cita en la primera planta para rendir un homenaje a las víctimas. El suelo amaneció plagado de miles y miles de velas rojas, junto a cientos y cientos de ramos de flores de todos los colores. La imagen era impresionante. Todos los que se acercaban a ver las velas lo hacían en silencio. Muchísimos no pudieron evitar llorar desconsoladamente.

En la estación de El Pozo del Tío Raimundo, todos los pasajeros de la línea de cercanías pasaron por el altar de cirios antes de subirse a los vagones en dirección a Madrid capital. Algunos viajeros se arrodillaron y rezaron. Otros, miraban las velas en absoluto silencio.

Por último, en Santa Eugenia las flores y las velas rojas fueron también las protagonistas de la jornada. Además, un grupo de trabajadores municipales de parques y jardines que ayudaron a rescatar a los heridos el 11-M se concentraron en la estación a las 7.40, la hora de las explosiones, y guardaron un minuto de silencio.

"Aquí murió unaobrera española"

Muchos ciudadanos quisieron dejar en el suelo, además de flores y cirios, folios con sus escritos. En los andenes de la vía 2 de Atocha, por ejemplo, estaba colgado un texto que decía: "Aquí murió Mari Carmen. Una obrera española. Caída en tiempo de paz. Desarmada, indefensa. Fusilada. Su crimen fue querer la paz". En la primera planta, había un poema de Mario Benedetti titulado Paz . Y a su lado, un folio escrito a mano: "Loli, todos estamos a tu lado. Cuidaremos a tu bebé entre todos. Te queremos".

Otro de los lemas más repetidos en las pancartas eran los que recordaban el "No a la guerra". "No a la guerra ni a sus terribles consecuencias", se podía leer en una gran cartulina verde. Además, el santuario estaba presidido por una tela vertical en la que estaban escritos los nombres de los 202 muertos. A escasos metros, había muchas cruces negras y una leyenda que resumía el sentimiento de la mayoría de los asistentes: "Todo está dicho, pero queda mucho por hacer". En la estación de El Pozo, los usuarios de la línea de cercanías fueron recibidos con cartulinas con el nombre de los muertos y debajo una pregunta sin contestar: "Por qué?".

"Cada vez que veo a Aznar me entra odio"

Carmen Hidalgo fue una de las 1.500 personas que fueron a la estación de Atocha para rezar por las víctimas y sus familias y encender una vela. "Ni mi marido ni mis tres hijos cogieron el tren ese día, pero esto que ha ocurrido nos ha podido pasar a cualquiera. El atentado es el tributo que hemos pagado por entrar en una guerra que no era la nuestra. Lo siento, pero cada vez que veo a Aznar en la televisión, me entra odio", dijo.

Antonio Román, un jubilado y admirador político de Josep Lluís Carod-Rovira, también mostró de forma contundente su disgusto con el Gobierno del PP y con los simpatizantes que el miércoles acudieron a la sede de Génova para gritar, entre otras cosas, "Zapatero al paredón". "No tienen vergüenza", criticó. Otra ciudadana indignada fue Teresa Sepúlveda, que recordó que el pueblo, en su día, dijo "no a la guerra". "El pueblo siempre tiene razón y no le hicieron caso", concluyó.

Pese al ambiente de tensión en el que se celebraron los homenajes, especialmente en la estación de Atocha, la jornada se saldó sin incidentes. Sólo se registró alguna riña aislada entre los manifestantes. "Es normal. La gente está muy nerviosa", comentaron fuentes de Renfe.

"A mi hijo le llaman Osama en clase"

Ricardo, de profesión cocinero, escribió una pancarta con la palabra "Paz". El hombre, de nacionalidad peruana y con 17 años de residencia en España, resultó herido leve el día del atentado. Ayer, venció sus miedos y acudió con la mano vendada a la estación de Atocha para rendir homenaje a las víctimas y pedir a los políticos que solucionen sus asuntos sin necesidad de generar una auténtica masacre entre la población civil.

"Los gobernantes que hagan lo que quieran, pero que nos dejen a nosotros, los trabajadores, tranquilos. Ahora dice el Gobierno que nos darán la nacionalidad a todas las víctimas extranjeras. ¿Te tienen que amputar un brazo para darte la nacionalidad? Yo llevo desde 1987 en Madrid, tengo papeles, pero nunca me han dado la nacionalidad. Ahora sí. Pues vale. De todos modos, prefiero no estar mutilado y seguir trabajando. Al fin y al cabo es lo que me da de comer", explicó.

Ricardo está casado con una mujer marroquí, Ghita, que trabaja en el servicio doméstico. La pareja tiene tres hijos y los rasgos árabes de los críos ya les han causado problemas. "Al mayor le llaman Osama en su clase. ¿Hay derecho?", criticó.

Las fotos llevan a engaño. Si alguien no conoce la línea de cercanías del Corredor del Henares puede pensar, al ver el diario, que los trenes van muy ocupados. No es cierto. Normalmente, y sobre todo en hora punta, los vagones van literalmente colapsados. Las fotos muestran mucha gente, pero sólo son la mitad de los pasajeros que había cualquier día antes del 11-M.

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