Los pactos de Zurbano iban a ser la escenificación del plan anticrisis del Gobierno, apoyado por toda la oposición excepto el PP. Lo que, de rebote, prometía acentuar el aislamiento parlamentario de los conservadores y su imagen de partido insolidario. Pero la decisión unilateral del Ejecutivo de acelerar el pasado jueves las negociaciones amenaza con convertirse ahora en un boomerang contra José Luis Rodríguez Zapatero.

Así lo creen algunos dirigentes socialistas, que muestran en privado su preocupación por las consecuencias del rechazo unánime de todos los grupos a firmar ayer un documento que ratificase una propuesta de 55 medidas. Ante la constatación de que se iba a quedar casi solo en la reunión prevista en el Palacio de Zurbano, el Gobierno tuvo que dar marcha atrás el fin de semana, desconvocó la cita y retrasó al 9 de abril el decreto de ley que Zapatero había anunciado para hoy.

Entre los partidos de la oposición sorprendió el cambio de calendario. Hasta la semana pasada, todo apuntaba a que el decreto de ley solo incluiría un primer paquete de medidas consensuadas con todos los grupos y, luego, se buscaría sellar con cada uno de ellos el mayor número de iniciativas posibles, pero sin pactos globales ni fotos conjuntas. Estas formarían parte de un segundo documento del que solo el PP e IU se desmarcaron de salida. Pero el jueves se encontraron con el imperativo de negociar en tres días una única propuesta, en aras de ser aprobada por el Consejo de Ministros.

Un nuevo formato que les obligaba a avalar las medidas de otros grupos, que sin embargo, no comparten.

La troika ministerial de la comisión, formada por Salgado, José Blanco (Fomento) y Miguel Sebastián (Industria) prosiguió ayer su ofensiva de contactos del fin de semana con los grupos para restablecer el diálogo y recuperar la confianza pérdida.