La frustración que se ha apoderado de la izquierda aberzale está más que justificada. Los tribunales ilegalizan todas sus siglas, sus principales dirigentes están encarcelados, no tienen sedes, carecen de recursos económicos y el Gobierno les ha advertido de que seguirá apretando. La única buena noticia para este mundo es la puesta en libertad, el sábado, de Arnaldo Otegi, que ha aumentado su carisma entre las bases, ahora con el extra de haberse convertido en una víctima más de la "represión".

La principal duda es ver cómo utiliza su aún notable capacidad de influencia en un panorama desolador para quienes, como él, intentaron hacer política. ETA apuesta ahora por controlar todo el mundo aberzale para evitar disidencias. Hay además algunos indicios preocupantes para el otrora indiscutible líder. De una parte, apenas ha habido protestas frente a la prisión en que se encuentra, muy cercana al centro de San Sebastián. Tampoco ha sido recordado en las incontables movilizaciones batasunas de este verano, en brutal contradicción con el caso de Iñaki de Juana. Y tradicionalmente, los líderes que abandonan la cárcel pasan a un segundo plano, detrás de quienes les han relevado.

QUIERE SEGUIR Otegi ha transmitido a su entorno más cercano que se encuentra "con fuerzas" y dispuesto a continuar en primera línea política, en la medida que las causas judiciales pendientes contra él lo permitan. Su discurso será el mismo que sostenía antes de su encarcelamiento: es preciso abrir cuanto antes un proceso de diálogo que afronte "las raíces" del conflicto, es decir, la territorialidad y el derecho a decidir.

Esta apuesta por hacer política, sin embargo, contará con un grave obstáculo; su credibilidad para el resto de partidos ha quedado bajo mínimos después de que se evidenciara durante el proceso de paz su nula capacidad para desmarcarse de ETA. Aquella Declaración de Anoeta, que parecía abrir paso al desarme etarra, ha quedado en nada. Además, la banda está colocando a jóvenes de lealtad indiscutible al frente de los distintos organismos del entramado aberzale.

Durante su condena, Otegi se ha mantenido activo. Fue encarcelado dos días después del fin de la tregua, y desde entonces se ha entrevistado con representantes del Sinn Féin y del IRA, con el expresidente del PNV Xabier Arzalluz y con destacados dirigentes de la izquierda aberzale, como el que fuera máximo responsable del sindicato LAB, Rafa Díez. Además, ha mantenido correspondencia con presos etarras, como José Antonio López Ruiz, Kubati, en las que recababa apoyos para retomar el diálogo.

Quienes tienen contacto con él destacan que su estancia en prisión está siendo modélica. Se ha dedicado a aprender inglés, ha tomado parte en un gran número de actividades, incluida la misa dominical, y se ha mostrado cordial con monitores, internos y vigilantes. Aunque nunca hará públicas sus opiniones críticas con la estrategia etarra, en prisión exteriorizó su malestar por el asesinato del exedil socialista de Mondragón (Guipúzcoa) Isaías Carrasco.

Los militantes aberzales se encuentran en una situación absolutamente nueva: sus portavoces públicos no dan la talla, mientras que los centros de decisión son ahora clandestinos. ANV y EHAK, a punto de ser ilegalizados, han cumplido simplemente una función de resistencia.

ESPERANZA La presión judicial también les ha vuelto más opacos. Sus ruedas de prensa han quedado reducidas a comparecencias de dirigentes de tercer nivel. La amenaza de prisión para quienes tomen la palabra ha hecho desaparecer a casi todos los rostros conocidos. Ante este panorama, muchos militantes de la izquierda aberzale depositan en Otegi todas sus esperanzas de tránsito hacia un panorama más halagüeño. En buena medida porque no se vislumbra otra opción para sacar a ese mundo de su actual parálisis.