No es fácil volver a ser el ciudadano Javier Solana (Madrid, 1942) después de haber sido un guerrero atlantista y un pacificador recalcitrante al frente de la diplomacia europea. Durante estos años ha recorrido cuatro millones de kilómetros, desplegando 24 operaciones desde Skopie a Mogadischo sin dormir dos noches en la misma cama y con un nutrido séquito ocupándose de su agenda. Eso se acabó. Ahora ejerce con entrega el papel de profesor de Esade mientras recupera las medidas de lo cotidiano.

--¿Qué hizo antes de marcharse de Bruselas?

--Una cosa rara. Tras una conversación con la secretaria general de prisiones, Mercedes Gallizo, en la que me habló del hambre de lectura que hay en las cárceles, le di toda la biblioteca que había acumulado, salvo unos cuántos libros. Los Ensayos de Montaigne , por ejemplo. Tengo la ultimísima edición de Acantilado aunque, como pesa, para los viajes los llevo en el lector Kindle.

--Generoso. Pero, ¿hubo algún momento de alto voltaje emotivo?

--Cuando ya había tomado la decisión de irme, resolví no dejar un cabo suelto en las relaciones personales. Que me conste, no he tenido enemigos, pero sí gente que estaba en profundo desacuerdo con lo que yo había hecho. Así que fui a visitar a unas 10 personas para recuperar la relación personal. Una especie de gira de la reconciliación.

--Reconciliarse con lo cotidiano debe costar más.

--Lo que me cuesta más es controlar mi autonomía personal. En los últimos 30 años no he comprado un periódico, no he ido a tiendas y cuando iba al cine alguien me había sacado la entrada. Eso es una mala educación. Ahora, que soy un poco talludito, debo aprender a hacer esas cosas.

--Y a recuperar el tono familiar.

--La familia es fundamental. Pero soy pudoroso a la hora de hablar de la familia...

--No le pido intimidades.

--Tengo dos hijos Vega y Diego, con los que tengo una muy buena química. No están conmigo físicamente porque están casados, pero les escribo casi a diario por correo para comentarles las noticias.

--¿Nunca le recriminaron su ausencia?

--La vida familiar se mide no por la cantidad sino por la calidad. Creo que hemos tenido buena calidad. Aunque de poco vale mirar hacia atrás. Mirar atrás solo debe ser como el retrovisor, que sirve para ir hacia delante. Yo trato de hacerlo bien en el presente y en el futuro.

--Liberado de la valija diplomática, ¿se siente más libre para opinar?

--Me siento más libre pero no soy un insensato. Tengo aún próximas muchas decisiones de las que he formado parte cuyas consecuencias siguen vivas. Mi obligación es no perturbarlas. Debo hablar para que las cosas vayan a mejor.

--Su optimismo siempre ha tenido un punto inquietante.

--Ser pesimista es de gente poco inteligente. La vida es lo único que tenemos. Más vale ser optimistas.

--Usted ha estado en la trastienda de todos los conflictos. ¿Qué ha visto?

--En muchos casos, en la trastienda he visto la maldad, el egoísmo, la injusticia. Cuando al fin se llegan a encajar las manos y se hace con honestidad, uno trata de mirar hacia delante y hacer lo posible para que lo acordado se cumpla. Pero hay conflictos, como el de Oriente Próximo, en los que se ha hecho el ceremonial del cierre y han vuelto a empezar. Esos son los conflictos desgraciados.

--Ya no está en la cocina, ¿sufre al ver cómo otros preparan las recetas?

--Por ahora, cuando leo los diarios, mantengo una cierta capacidad de distancia. Conozco las líneas maestras porque estoy en buena comunicación con todo el mundo, pero hay cosas que no son fáciles de transmitir si no tienes las manos en la masa. Mi vocación es devolver a la sociedad española lo que he aprendido sobre la historia de los pueblos y los mecanismos de cómo tratar los problemas. Explicar que hacen falta liderazgo y entrega, que la política es una acción que debe hacerse con nobleza. Se diría que hoy es el tiempo de la economía, pero yo creo que es el tiempo de la política. Yo reivindico la política, ¿sabe usted?

--Bertrand Russell decía que los políticos hacen imposible lo posible.

--No puedo estar de acuerdo. Algunos políticos dificultan las cosas, pero su misión es resolverlas. Hay variables de la vida colectiva que pueden empeorar coyunturalmente, pero históricamente mejoran. En Africa la demografía aumenta y los recursos disminuyen, pero en China más de 500 millones de personas han salido de la extrema pobreza en pocos años. La Historia avanza.

--Entretanto, Europa parece no darse cuenta de que ya no es lo que era.

--El poder en el mundo se está repartiendo cada vez más. Pero que unos suban no tiene que significar que los otros bajen. Durante años China, India y Brasil estaban al otro lado de la puerta donde se tomaban las decisiones entre los siete y solo se les invitaba a entrar a la hora del café. Hay que acostumbrarse --y no va a ser fácil-- a que se sienten en el primer plato. Por muy listos que nos creamos no podemos resolver los problemas del mundo. El mundo es interdependiente.

--Le preguntaba por la desubicación de Europa.

--Afortunadamente Europa, que sí fue la causante de dos guerras

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