José Luis Rodríguez Zapatero pasará a la historia como un presidente con tanta capacidad de equivocarse como de rectificar y resucitar. Un día morirá, pero ahora acaba de recibir una buena transfusión.

Escribí --ya en la primavera del 2008-- que el gran error, tras ganar sus segundas elecciones, fue no pactar una mayoría de gobierno. Con un PP que solo pretendía asesinarle (por el Estatut, el proceso de paz, el paro o la camisa del vecino de arriba), y en la peor crisis desde 1929, querer gobernar en minoría era una gran temeridad. Claro que en marzo del 2008 Zapatero decía que la crisis era un resfriado. No solo él, también el Banco Central Europeo, que en julio de aquel año subió los tipos porque creía que el peligro era la inflación. Pero desde entonces ha llovido mucho y Zapatero ha retrasado al máximo todo lo que cuesta. Como el plan de ajuste que tuvo que decretar en mayo. O el pacto de legislatura (ceder poder) con el PNV, al que echó del Gobierno vasco hace un año.

Ahora este pacto es el mal menor. O lo mejor. Por una parte, puede garantizar una gobernación ortodoxa, estable y en el centroizquierda. Lo que España precisa para el ajuste duro que impone la crisis, sin romper la cohesión social (pero sabiendo que Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo no son los Reyes Magos). Por otra, permitirá avanzar hacia la España plural y el federalismo asimétrico. El PSOE rectifica la idea de Felipe González de no cumplir el Estatuto de Gernika y el PNV se olvida de Juan José Ibarretxe. Un eficaz consejero vasco me dijo hace años que los españoles que pactaron el Estatuto de Gernika sabían que nunca lo cumplirían. Y que el PNV sabía que le engañaban; pero era consciente de que si España cumplía tampoco le satisfaría. Ahora el federalismo asimétrico (a Josep Tarradellas no le preocupaba la autonomía de Murcia) tiene otra oportunidad. Es lo lógico tras el pacto de legislatura. Claro que los errores propios (de los Guerra y los Egibar) y el obstruccionismo de la Brunete mediática pueden hacerlo fracasar.

Lo negativo es que el catalanismo centrista ha mostrado menos oficio y sapiencia que el vasco. Al PNV lo echaron del Gobierno y resurge con fuerza en poco más de un año. Deja a Patxi López, incómodo, en Ajuria Enea y ayuda a modernizar España. A CiU la desalojaron del poder hace ocho años. Irritada, ha zancadilleado con éxito a Pasqual Maragall y José Montilla y ha bailado la yenka entre ayudar a la gobernación de España (que lo ha hecho) o hundir a Zapatero para después exprimir al PP (nostalgia del Majestic).

No es extraño así que Euskadi tenga más autogobierno. Aunque para ser justos hay que admitir que Patxi López parece ahora más realista que el trío del PSC que deserta en plena campaña electoral.