Hace 40 años, Albert Boadella huyó de la policía, que le custodiaba en el Hospital Clínic de Barcelona, escapándose por la ventana del baño disfrazado de médico. Estaba condenado por hacer una obra de teatro, ‘La torna’: “La obligación de todo preso, incluso de Junqueras, es tratar de escaparse”, ha asegurado en una entrevista concedida a la agencia Efe.

Eran las cinco de la tarde del 27 de febrero de 1978, el año de la legalización de la píldora anticonceptiva, la aprobación de la Constitución, la tragedia del camping de Los Alfaques (Tarragona) y crucial en la decidida democratización del país. Boadella (Barcelona, 1942) había montado con Els Joglars La torna, que recreaba la última ejecución con garrote vil que tuvo lugar en España, la del polaco Heinz Chez, en Barcelona. «Los militares se cabrearon y aplicaron la ley que tenían. Nada fuera de lo normal entonces», sintetiza Boadella.

«Hice lo que creo que era la obligación de todo preso, incluso de Junqueras, que es tratar de librarse de la cárcel. Es lo que dicta el instinto? y aproveché lo que mejor sabía hacer: teatro. Si fuera Junqueras, ya me había inventado algo para escapar», revela.

Su mujer, Dolors, le ayudó a simular una grave enfermedad metiendo su propia sangre en frasquitos que le pasaba su abogado en el locutorio: «Me la tragaba cuando no me veían y luego me provocaba el vómito delante de los funcionarios. El efecto era contundente. Lo hice dos veces y me llevaron de urgencia al Clínico».

«En el hospital empezaron las pruebas, y yo, la comedia. Me tenían esposado a la cama, y lo primero que hice fue ganarme la confianza de todos los turnos de los policías que me custodiaban hasta que conseguí que unos me quitaran las esposas y el resto ya no se atrevió a esposarme de nuevo».