Decían que no tenía carisma. Tras el paso de Carlos Garaikoetxea y José Antonio Ardanza por el palacio de Ajuria Enea, y con una personalidad apabullante como la de Xabier Arzalluz en la retaguardia del partido, parecía imposible que esas sombras no eclipsaran a un político joven, más dado a la economía que a la retórica. Hoy, Juan José Ibarretxe no siente recato alguno al describirse como "el líder que no mira hacia atrás, al pelotón", en uno de esos símiles ciclistas que tanto le gustan.

Ibarretxe cultiva una estampa de trabajador infatigable. Repite una máxima de su abuelo: "Nos vamos a la cama porque se hace de noche, no porque queramos dejar de trabajar". Procura llevar una vida sana, hace deporte, no fuma y es frugal en las comidas. Abona una imagen de austeridad y de entrega a la patria. Así, sacó tiempo para aprender el euskera cuando ya era lendakari. "Nací y me crié en un caserío, y he aprendido mucho más con la gente sencilla. Mi aitona (abuelo, en vasco) decía que en el caserío no había ni sábados ni domingos, que había que ordeñar las vacas a las siete de la mañana y a las cinco de la tarde, cada día".

La convivencia

La figura del abuelo es un referente para el lendakari. La familia dejó el caserío cuando el aitona empezó a trabajar como obrero de Vidrieras de Llodio, empresa de los Delclaux, uno de cuyos miembros sería después secuestrado por ETA.

Ibarretxe llegó a esa localidad alavesa con el boom de la inmigración: "Me tocó compartir mi infancia, mi juventud, juegos, estudios, ilusiones, con los hijos de personas que vinieron de fuera a buscar trabajo y porvenir. Pero yo siempre he tenido la imagen de una convivencia normalizada; nadie miraba a nadie pensando dónde habían nacido sus padres".

La mili, en Cáceres, fue un choque más rotundo. Aquellos meses los considera perdidos: "Me pareció un mundo muy cerrado y con dificultades para entender que todo se estaba desmoronando a su alrededor". Aplicado en los estudios, se licenció en Económicas y Empresariales en la Universidad del País Vasco, donde entró en contacto con la política, a principios de los años 70. Asegura que fue rebelde, que vivió el final del franquismo de forma activa. "No poder aprender mi idioma, que quienes lo sabían no podían hablarlo, la represión de los obreros en las fábricas pidiendo libertad...", son sus recuerdos de un régimen dictatorial que exilió a parte de su familia a Betanzos (A Coruña). Al acabar los estudios, empezó a trabajar en una consignataria de barcos.

Para entonces, el joven Ibarretxe ya se había echado novia. Begoña tenía 19 años y él, recién cumplidos los 20, se le declaró en las fiestas de Llodio. Se conocieron en la peña de San Ignacio, de la que eran socios. El lendakari es poco dado a confesar intimidades, pero alguna vez ha definido el amor, sin muchas dosis de romanticismo, como "un proceso de sedimentación". El matrimonio vive en Vitoria y tiene dos hijas, Eneritz y Nekane.

Su paso por la consignataria fue fugaz. Ibarretxe se ha dedicado casi toda la vida a la política. En 1983, con 26 años (ahora tiene 48), fue elegido alcalde de Llodio. Luego fue diputado y Ardanza lo incluyó en el Gobierno, en el que llegó a vicelendakari. De esa trayectoria destaca su negociación del cupo con Rodrigo Rato, entonces vicepresidente en el Gobierno de José María Aznar.

Gobiernos de pactos

Pero el cargo de lendakari ha sido su forja como político. Nunca ha logrado la mayoría suficiente para gobernar en solitario. La primera vez le apoyó EH. Después vino el pacto de Lizarra y la tregua de ETA. Pero el alto el fuego acabó en diciembre de 1999 y llegaron los tiempos de crispación y enfrentamiento con el PP y el PSOE, sobre todo con Aznar, que le obligaron a avanzar las elecciones en el 2000. Dos años después nació el plan Ibarretxe , en el que propone que Euskadi sea "una nación libre asociada" a España.

En este tiempo, muchos le han acusado de insuflar esperanzas a ETA y desatender a las víctimas. "Me parecen críticas muy injustas", responde, y añade: "Por supuesto que me pongo en el lugar de las personas amenazadas, porque mi abuelo tuvo que vivir muchos años exiliado en Galicia por el franquismo y porque he conocido a muchas personas amenazadas de todas las ideologías".

En estos días de campaña, Ibarretxe no se deja distraer por sus rivales. Es disciplinado. No en vano practicó el ciclismo amateur . Suele decir que "conoces más a una persona andando juntos 100 kilómetros en bici que conviviendo".

Pocos en su entorno político han pedaleado con Ibarretxe, pero le atribuyen astucia --"¡tú no conoces al lendakari!", dicen como si su mente fuera inexcrutable-- y, sobre todo, perseverancia. Cuando se habla del lendakari, cualquier político vasco, del signo que sea, recurre al humor y le define así: "¿Ibarretxe? Raca raca, la matraca".