Por segundo año consecutivo la fiesta autonómica catalana, la Diada, transcurrió al ritmo que marca el debate del Estatuto catalán y con un deseo expresado por los líderes de todos los partidos de que ya no sea así en el 2006, bien porque el proyecto caiga en saco roto, como confió Josep Piqué (PP), o porque las diferencias actuales terminen por superarse, como anheló el resto. Pasqual Maragall, tras la elegante conmemoración de la Diada organizada por el Parlamento, con su presidente Ernest Benach al frente, y la Generalitat en la Ciudadela de Barcelona, que relegó a un segundo plano la controvertida ofrenda floral de CiU en el monumento de Rafael Casanova, hizo su pronóstico: "En poco tiempo tendremos el Estatuto que Cataluña merece".

El president , pues, volvió a mostrarse tan optimista sobre el futuro del Estatuto como siempre lo ha sido, incluso en los momentos de las crisis más graves. Tan confiado se mostró que bautizó ésta como "la Diada del Estatuto". Maragall, en definitiva, se aferró a la placidez de la celebración institucional para predecir un exitoso futuro al nuevo Estatuto. El texto, sin embargo, requiere la bendición de CiU, que ayer, de nuevo, avisó de que "difícilmente" dará su apoyo a un Estatuto de "fundamentos débiles". En este sentido, el presidente de la federación, Artur Mas, apuntó que la propuesta de financiación que prepara CiU es la última que están dispuestos a considerar. Mas señaló que los nacionalistas no pueden ir rebajando indefinidamente sus pretensiones. Pese a las evidentes diferencias, la recepción oficial de la Diada sirvió para comprobar la distensión y la cordialidad en la relación entre Mas y Maragall.

16.000 PERSONAS La conmemoración organizada por el tripartito resultó especialmente feliz. Los Mossos d´Esquadra calcularon que la cita reunió a unas 16.000 personas. Fue un acto plácido, sin excesos patrióticos, con mínimos retoques sobre el programa del 2004 y que a CiU, ya entonces, le pareció insípido. Los nacionalistas prefirieron volcarse en la ofrenda floral a Rafael Casanova. La normalidad con la que transcurrió la jornada la rompió un grupo de independentistas radicales que trató de impedir la ofrenda floral que realizó ERC, con Josep Lluís Carod-Rovira al frente, en el Fossar de los Moreres. La llegada de la comitiva republicana fue recibida con insultos y gritos de "traidores". Un militante precisó asistencia sanitaria tras recibir en la cabeza el impacto del palo partido de una bandera, que le causó una profunda brecha.