España es el segundo país de Europa, tras el Reino Unido, con la mayor tasa de población carcelaria. 61.798 personas están internadas en las distintas prisiones españolas. Sin embargo, la gran cantidad de internos no se corresponde con la tasa de criminalidad, que es una de las más bajas de los países de la UE.

La contradicción entre los dos parámetros se debe a que los presos españoles están más tiempo en prisión que en el resto de países de su entorno. Tras la entrada en vigor del Código Penal de 1995 --según el cual no hay redención y se cumplen íntegramente las penas-- aumentaron los reclusos "no porque ingresaran más personas, sino porque las que estaban pasan más tiempo en las cárceles".