Mustafa Chafi es mauritano pero no puede pisar su tierra. Enemistado con el presidente de su país, Mohamed Ould Abdelaziz, desde el golpe de Estado que le llevó al poder, ha emergido en su exilio en Burkina Faso como una suerte de alfil en la cada vez más enrocada partida del Magreb.

Ha habido otros mediadores en los secuestros protagonizados por AQMI, pero poco a poco Chafi, de 51 años, ha terminado por ser no solo el interlocutor que prefieren las potencias occidentales, sino también de los terroristas con los que debe lidiar. Habla perfectamente árabe y francés, pero también (y eso ya es más inusual) hasta tres dialectos de la zona, uno mauritano, otro nigeriano y otro tuareg.

Mauritano y políglota. Esas son dos características que definen a Chafi. La tercera, la astucia, se refleja mejor en una historia que cuenta sobre el primer secuestro en el que medió. El terrorista Mojtar Belmojtar tenía bajo su poder a un grupo canadiense. Chafi llegó ante él como enviado del presidente de Burkina Faso, Blaise Compaoré. Mojtar pareció tenderle una trampa. "Tu presidente es impío", le retó. "No podemos lograr la yihad si no tenemos aliados cristianos", le respondió. Pasó aquel examen, y desde entonces vive en un limbo que le permite resolver raptos como el de Albert, Roque y Alicia.