Tomo prestada la línea argumental de Joan Tapia sobre la frustrada fusión de las cajas vascas y, estando sustancialmente de acuerdo, me da por destacar que la política con minúsculas ha campado al gusto a costa de la economía cuando ésta precisa ser conjugada con mayúsculas. La fusión es un proyecto soñado y auspiciado por el nacionalismo vasco que cobró fuerza hace tres años. Lo hizo porque por vez primera la iniciativa la arroparon los presidentes de las tres cajas implicadas (BBK, Kutxa y Vital). Quienes entonces tuvimos ocasión de contrastar la convicción y hasta vehemencia con la que Irala, Etxepare y Rojo defendían la medida nos la creímos. No hubo en su discurso divergencia ninguna ni matiz político pese a provenir de sensibilidades diferentes y reconocidas. El guante se lo lanzaron los tres a la clase política en su conjunto, reclamando de ella la altura que requería la empresa. Hacía falta reformar la ley de cajas para permitir que el socio alavés no se viera reducido a la nada en su representación en la asamblea. Se trataba, de común acuerdo con sus socios mayores, de sobreponderar esa representación. Con ese espíritu hacía falta un acuerdo PNV-PSE que diera la mayoría precisa. Y si a los presidentes de BBK y Kutxa se les suponía predicamento en el PNV, nadie le va a negar al hermano del presidente del Senado buena mano con el PSE.

¿Qué fue de aquellos mimbres? Pues que cuando tejían un cesto les salió una urna. El PSE chocó con el discurso de los populares alaveses sobre los dineros que se irían a Bilbao. No sé si le tembló el pulso, como le acusan, por la expectativa de las municipales y forales de hace año y medio, pero el caso es que allí se atascó. No hubo reforma en los tiempos de acercamiento entre nacionalistas y socialistas y luego, con los desencuentros tras el fin de la tregua, primó la confrontación. La propuesta de BBK y Kutxa de fusionarse sin reforma de la ley de cajas en espera de que Vital se sumase más adelante fue un órdago a la evidencia de tres años de retraso para una fusión a la que se ven tantas virtudes que todos desearían gestionarla. Así, el PSE se ha pasado las últimas semanas exigiendo al PNV que explique el porqué de acometerla antes de las elecciones de marzo y éste reclamando a los socialistas que justifique por qué solo después de éstas. En la asamblea de Kutxa, los representantes críticos de EB le dieron un sopapo a Madrazo en la cara de la fusión, y los de ELA y LAB, otro al PNV en la cara de los trabajadores (que ven frustrada la equiparación de derechos con los envidiados de BBK, tal y como pactó CCOO). Y la ecuación vuelve a dar cero. Con minúsculas. Y el cero significa que quien se examina no ha entendido una palabra de qué va la asignatura.