Victoria, la capital de las islas Seychelles, el puerto al que hoy llegará el atunero Alakrana tras 47 días de secuestro pirata y tres de travesía escoltada, es una ciudad de unos 25.000 habitantes con una sola calle principal en la que ayer vegetaban tres marineros aburridos. Eran el capitán, el primer oficial y el engrasador del Draco, un barco de capital español pero bandera de las Seychelles que lleva aquí fondeado tres semanas porque aún faltan las armas de largo alcance de esos cuatro agentes de seguridad privada que ahora resultan necesarios para faenar en esta parte del Indico. Tres semanas protagonizadas por el caso Alakrana. "Cada vez se está pagando más por los rescates --constató el capitán del Draco, Alvaro Lorenzo, natural de Bueu (Pontevedra)--. A este ritmo, vamos a acabar teniendo a media Africa detrás de los barcos españoles".

Claro, si Lorenzo fuera uno de los 36 tripulantes del Alakrana habría querido que se desembolsase lo indecible por su liberación. Pero Lorenzo no lo es, y quizá por eso se detiene en las consecuencias de esos 2,3 millones de euros presuntamente pagados a los bucaneros. Es un sentimiento ambivalente: alegría por el rescate y preocupación porque puede, en opinión de muchos pescadores de atún, convertirles en presas increíblemente rentables y apetecibles. Puede convertirlos en una especie de nuevos atunes.

COMO BUQUES DE GUERRA Y no, continuó el capitán del Draco, de pie en la calle principal de Victoria, "así no merece la pena trabajar en esto". Sus compañeros --el primer oficial Miguel Fariña, también gallego, y el engrasador Germán Oliva, un chileno de apenas 20 años-- estuvieron de acuerdo, pero para ellos no existe más Indico que el actual, repleto de corsarios cruelmente sofisticados y barcos de pesca armados como si fuesen buques de guerra. Esta, en cambio, es la tercera experiencia consecutiva de Lorenzo por sus aguas. Y habla del año pasado como si fuese una civilización perdida.

"Antes se ponía el sol y te ibas a dormir tan tranquilo --recordó--. Ahora no duerme nadie: todo son guardias y más guardias. Yo llego a saber esto y no salgo de Vigo. Pero tengo que cumplir el contrato. Cuando salimos de España sabíamos que había problemas, pero llegar a este nivel, teniendo que ir acompañados de gente armada, ni nos lo imaginábamos. Cuando coja vacaciones, en dos meses, me buscaré otra cosa".

En la decisión de Lorenzo parece pesar su estado actual: es un marinero muy lejos de casa y a punto de adentrarse en aguas peligrosas, pero eso, en mayor o menor medida, forma parte de su oficio; el no ver a su familia, saberse próximo a una situación de riesgo y, mientras tanto, ver transcurrir un día tras otro sin hacer nada, en cambio, no. Su compañero, Fariña, el primer oficial del Draco, retrató así lo que para él supone la experiencia de pasar un mes en la capital de las Seychelles durmiendo en un barco fondeado: "Lo único que haces es aburrirte, aburrirte y aburrirte".

UN LUGAR ANODINO Victoria es una ciudad insustancial, sin el encanto decadente de otros puertos. Este es un lugar de escala, el principal para la pesca de atún en el Indico, y los barcos, salvo en condiciones excepcionales como la actual, cargan, descargan y se marchan. Poco hay aquí que se asemeje a las cercanas playas de arena blanca y agua azul turquesa, con sus caros y lujosos hoteles donde se alojan los europeos y norteamericanos que pueden pagarlos.

Su principal monumento es una diminuta imitación del Big Ben londinense. Tras el puerto y la calle principal, que también es la carretera por la que se puede circunvalar toda la isla en dos horas, hay pequeñas montañas de color verde tropical salpicadas por casas en condiciones bastante decentes, pues el turismo y

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