A falta de un diario, un libro o un folleto, mirar al que está en frente es una de las pocas diversiones que tiene viajar en el metro. Ahora las cosas son distintas. Más que un entretenimiento, fijarse en el viajero de al lado es una necesidad. Los madrileños han perdido el rubor a fijar sus ojos en sus vecinos de vagón. La gente se mira y observa el porte del otro. Las mochilas asustan. Los árabes también. Los pasillos del metro están vigilados como nunca.

La policía municipal, por primera vez en la historia, está realizando labores de seguridad en el metro de Madrid. Lo hace desde ayer por orden del alcalde, Alberto Ruiz Gallardón (PP). Además, hay policías nacionales y vigilantes privados de metro.

Andenes tomados

En las estaciones con conexiones a los trenes, también hay vigilantes de Renfe y personal de atención al cliente. Algunos andenes dan la sensación de que están, literalmente, tomados.

A primera hora de la tarde, dos marroquís --uno de ellos con mochila-- paseaban por la estación. Los agentes se acercaron. "Enséñanos lo que llevas dentro, por favor", le dijeron. No había nada sospechoso, pero los policías les reclamaron la documentación y los acompañaron a las oficinas del metro. Allí, les cachearon. Más tarde, los dejaron salir no sin antes pedirles disculpas en nombre de la seguridad. "Si tienen los papeles en regla, no hay problema. En caso contrario, los llevamos a comisaría", explicaron los policías.

Hay psicosis. Y no sólo en el metro. Ayer, en la estación de autobuses de Moncloa, una falsa alarma hizo que varias dotaciones de policía se presentaran en la estación y registraran los equipajes de varios inmigrantes. Tras 20 minutos de desconcierto, los pasajeros ocuparon sus asientos y se miraron sin rubor a los ojos. Ya nadie tiene miedo a ser un indiscreto.