Muchos nervios, caras de circunstancias y aires forzadamente marciales en el patio de armas del Cuartel General del Ejército de Tierra, y eso que aún falta una hora para que empiece la ceremonia. Pero la ocasión lo merece. Por vez primera en democracia, un civil abandona el cargo de ministro de Defensa como si de un laureado general se tratara: entre honores militares y con un acto de despedida de la bandera española, rito hasta ahora reservado a las autoridades castrenses. Aunque, siendo José Bono el ministro cesante, a nadie sorprende la parafernalia.

En el palacio de Buenavista, bajo un sol cegador que empieza a hacer estragos en boinas y tricornios, miembros de los tres ejércitos y de la Guardia Civil aguardan, en formación y con el uniforme de gala, la llegada de Bono. Enfrente, en posición más relajada, hace lo propio la cúpula de las Fuerzas Armadas-- compuesta por decenas de tenientes generales y almirantes--, el personal civil de Defensa y algunos familiares y amigos del homenajeado.

Pero ni unos ni otros inquietan a los organizadores, que tienen como misión crucial aleccionar a los periodistas para que "se pongan en pie y mantengan el debido respeto" cuando se interprete el himno nacional. En Defensa aún tienen muy presente la reciente reprimenda del ministro en Ferrol, donde algunos civiles permanecieron sentados al sonar la Marcha Real. Tan presente, que varios oficiales se infiltraron ayer en las líneas de los informadores para indicar con su presencia que lo de ponerse en pie no era una amable sugerencia, sino una orden ineludible. La sutil escaramuza surtió efecto en cada una de las tres ocasiones que sonó el himno.

El beso a la bandera

Recibido con honores militares, Bono pasó revista a las tropas y, al son de los acordes de La canción del soldado, besó emocionado la bandera rojigualda a modo de despedida. Para completar la estampa, al ministro sólo le faltaba el uniforme de alférez de complemento que lució en Toledo hace más de 30 años, cuando se alistó en las milicias universitarias. Y es que, con indumentaria civil, las ceremonias castrenses pierden.

No pensaba lo mismo el general Félix Sanz Roldán, Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), que elogió que, pese a ir "vestido de paisano", el ministro "haya incorporado las virtudes de un militar a su gran patrimonio ético y humano". "He necesitado 40 años de servicio para encontrar a un hombre que proclama como norma vital estrofas de nuestros himnos", confesó el general Sanz.

"Nadie ha pronunciado tantas veces España como tú lo has hecho". La observación del Jemad estimuló la curiosidad del cronista, que al tomar la palabra el ministro se entretuvo, como homenaje postrero, en hacer el recuento de cuántas veces citaba el patrio vocablo. Vano intento; a medio discurso ya había perdido la cuenta.

"Profundo amor"

Tras los agradecimientos al rey Juan Carlos, a José Luis Rodríguez Zapatero, a los mandos de los ejércitos y a todo estamento militar, Bono exhibió, una vez más, su "profundo amor a España". Reivindicó la enseña como patrimonio de "todo el espectro ideológico constitucional" y símbolo de "unidad, soberanía, independencia e integridad de la patria". "La bandera es la expresión inteligente de que los españoles juntos somos más que separados", proclamó Bono.

Su única frustración, confesó, es que los militares no puedan pasear por la calle uniformados, pues "antes hay que acabar con los terroristas". Fue entonces, antes de dictar el ¡Rompan filas! y de aplicarse el cuento como ministro, cuando Bono conminó a todos los presentes, periodistas incluidos, a gritar con él: "¡Viva España!". Para ser su "última orden", el acatamiento fue, cuanto menos, desigual.