El PSOE se pregunta a qué lado de la línea roja está José Montilla, el presidente de la Generalitat que, el próximo 10 de julio, se colocará tras la pancarta de una manifestación que pretende ser épica y cuyo lema será Nosaltres decidim, som una nació (Nosotros decidimos, somos una nación). "Esta sentencia no ayuda a reforzar los lazos de afecto y amistad entre Cataluña y España", lamentó ayer el president. El PSOE está desconcertado. Esperaba de Montilla que se limitara a celebrar como una derrota del PP la sentencia del Tribunal Constitucional, y el president ha reorganizado su agenda para dar una respuesta mayúscula.

Hoy mantendrá una reunión informal con los distintos dirigentes políticos catalanes; mañana pretende celebrar una cumbre tan solemne como las que en el año 2005 permitieron a Pasqual Maragall alumbrar in extremis el Estatut; el 10 julio, manifestación; 14 de julio, pleno extraordinario y catárquico en el Parlamento autonómico, el mismo día que el Congreso celebrará el debate sobre el estado de la nación; y luego, sin fecha aún, reunión en la Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero. Demasiada complejidad para la simplicidad de la política española. Montilla, en último término, trató de contener ayer las aguas de la desafección sin nadar, a pocos meses de las elecciones, contracorriente, un ejercicio tan insano como peligroso.

ACUERDOS TRAS LOS RECORTES Tras el fallo del TC, ¿qué? Esa es la cuestión. La reunión entre Montilla y Zapatero permitiría, según fuentes de la Generalitat, dar un rodeo al obstáculo de la sentencia y resolver, por la vía de acuerdos políticos en el Congreso, los capítulos amputados por los magistrados del Constitucional. La Moncloa, al menos ayer, prefirió callar. Incluso en el caso de que Montilla esté en el lado correcto de la línea roja, el PSOE ve difícil, hoy por hoy, encarar una reforma de la ley or- gánica del poder judicial que restañe el tijeretazo de la sentencia.

Esa podría ser una tarea pendiente para Artur Mas si, como prevén las encuestas, es el próximo presidente de la Generalitat. El líder de CiU fue extremadamente cauto ayer en sus respuesta al fallo del TC. Prometió fidelidad en la cumbre de partidos catalanes, en el pleno extraordinario del Parlament y en la manifestación del 10 de julio. Nada más. Después, a su entender, las elecciones deberían ser tan pronto como sea posible. ¿En septiembre? Mejor en octubre que en diciembre. En realidad, la legislatura está prácticamente agotada, pero aún hay margen para el error. Las encuestas le ofrecen una fotografía en vivos colores que, en periodos de turbulencia como el actual, solo pueden tender a decolorarse.

Ahí está Esquerra, el partido que más deseaba estratégicamente una pronta sentencia del Estatut y que, de repente, parece encontrarse como pez en el agua. Joan Puigcercós invitó ayer a no acatar la sentencia. ¿Cómo se lleva a cabo tan difícil reto? Por lo pronto, en el terreno de lo simbólico, la senyera de la Diputación de Lleida, que preside ERC, ondeó ayer a media asta en señal de duelo y la bandera española se guardó en un cajón. La sentencia, convenientemente agitada, es muy efervescente en ambientes independentistas. Tanto, que ayer Joan Laporta no pudo contenerse e hizo saber ya que tiene partido, Democràcia Catalana, para concurrir a las autonómicas y recolectar con él la cosecha del desencanto.

No sería desacertado concluir que, ayer, Montilla y Mas, cada cual a su manera, expusieron implícitamente que el 10 de julio estarán al frente de una manifestación codo con codo, pero no para marcar el paso, sino para evitar que los que estén detrás, banderas estelades (independentistas) en mano, empujen en exceso. En una imagen más naturalista, serían un par de castores construyendo una presa. Parece que destrozan el bosque, pero lo hacen por contener el río.

UN RAJOY DESCONOCIDO Tanto matiz, claro, pareció ayer pasar desapercibido en Madrid. El PSOE se fijó, y mucho, en la gesticulación de Montilla, y eso a pesar de que el PP, o como mínimo Mariano Rajoy, evitó el verbo hostil con el que recibió en su día el parto del Estatut. "Hay que mirar al futuro con ánimo de concordia", dijo ayer. Parecía otro. También, dirigiéndose a los catalanes, añadió: "No es momento de excesos". Sus dirigentes territoriales, mientras, celebraban sin pudor el recorte decidido anteayer por el TC. Y aún falta el texto de la sentencia.