El presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla, superó sin pena ni gloria su primer debate parlamentario de política general. Se ciñó al guión y evitó en lo posible el cuerpo a cuerpo. Y supo sacar provecho de la franca debilidad de su principal adversario, el líder nacionalista Artur Mas, convaleciente aún de la gravísima crisis intestina que acaba de atravesar CiU, así como de la cohesión del tripartito.

Mas acusó a Montilla, por su llamada a superar el dilema Cataluña-España, de renunciar a defender el interés de Cataluña, porque está maniatado por el PSOE. El jefe del Gobierno catalán le espetó que, si fuera así, ahora no presidiría el Ejecutivo autonómico. El presidente de la federación nacionalista apostó por mantener siempre ese pulso, porque Cataluña es una nación.