Cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció que el final de ETA sería un proceso "largo, duro y difícil" siempre creí que tenía en cuenta la posibilidad de que ETA volviera a las armas en cualquier momento, y que se fijaba un camino a ocho o diez años vista. Más tarde, en una entrevista concedida después del atentado de Barajas, reconoció que con aquellas palabras no se refería a atentados o muertes, y que por lo tanto no se esperaba tal posibilidad. Esta confesión resulta un tanto extraña, pues desde un primer momento pareciera como si el Gobierno hubiera apostado por conducir el proceso con las luces largas, ya que no disponía de ningún as en la manga para convencer a ETA de que desistiera en tan poco tiempo. Visto, pues, como un proceso con principio y final, el resultado es de fracaso. Pero si se mira con perspectiva temporal ya no lo es tanto. Me explicaré.

La situación actual es muy diferente de la de 1999. La principal disparidad radica, a mi modo de ver, en el nivel de unidad con la que hoy la sociedad vasca afronta el desafío etarra. En 1999, la sociedad vasca estaba dividida, y aún lo estaría más en los años siguientes, entre nacionalistas y no nacionalistas. Hoy en día, la unidad de acción y criterio del PNV y el PSE plantea un escenario completamente distinto. La izquierda aberzale ya no puede aspirar ni tan solo a la conmiseración, y solo la extrema derecha judicial y la impericia de un Gobierno prisionero de sus anteriores compromisos les ha facilitado el oxígeno suficiente para subsistir. Sus llamamientos al diálogo suenan ya completamente vacíos, y son justamente exmiembros como Patxi Zabaleta o Txema Montero los que enarbolan un discurso más crítico con ETA y su entorno.

En pocas palabras, hoy la izquierda aberzale está más cerca de la asfixia social, que es la condición básica para que la violencia no se reproduzca. Txema Montero ha declarado al diario Deia que "en el próximo proceso, si es que hay próximo proceso, para ETA tendrá como primera condición lo que para ella será su final mismo: el depósito de las armas y los explosivos en manos de alguna autoridad internacional". Más claro agua. Los próximos días, semanas, meses y puede que años habrá muertos, destrucción y dolor. Pero ETA habrá perdido la oportunidad de un final digno. Dentro de 20 o 30 años, cuando se escriba la historia de la organización terrorista, se explicará que fue primero el lendakari Ibarretxe con su plan y después el presidente Zapatero con su oferta de diálogo, los que pusieron las bases para su desaparición. Estemos pues atentos a la reacción de la sociedad vasca ante el primer atentado. Ahí se verá si es el principio del fin o el fin del principio. Yo apuesto por lo primero.