La activista Rachel Corrie fue aplastada por una excavadora israelí cuando intentaba frenar la demolición de la casa de un farmacéutico palestino en el sur de Gaza. Desde su muerte en el 2003, su nombre ha perseguido a Israel en los tribunales de EEUU. Y ahora, como un alma que se niega a desaparecer, vuelve para ponerle en aprietos en un momento políticamente explosivo. El carguero irlandés que lleva su nombre pretende llegar hoy a las costas de Gaza para romper el bloqueo israelí. Pero con el precedente del Mármara Azul, el tono de beligerancia se ha reducido.

El Rachel Corrie se encontraba ayer a 150 millas náuticas de Gaza. Sus bodegas transportan varios cientos de toneladas de material de construcción, papel y medicinas, donadas por países como Noruega o Escocia. A bordo viajan 19 personas, incluida la premio Nobel de la Paz norirlandesa, Miread Maguire, y el exvicesecretario general de la ONU, Denis Halliday. "No vamos a hacer ninguna tontería. Nos apartaremos para demostrar que somos inofensivos y no vamos armados", dijo ayer Halliday a la prensa.

Marcha atrás

Durante el día se especuló con la posibilidad de que el carguero diera marcha atrás. Uno de sus abogados llegó a anunciar que regresaban a Irlanda después de que Israel "saboteara" dos barcos con periodistas que acompañan a la expedición. Más tarde, sin embargo, la organización lo desmintió.

Para Israel, el Rachel Corrie es una presa envenenada. No puede permitirse otro espectáculo como el del lunes. Esta vez ha centrado sus esfuerzos en intensas gestiones diplomáticas para detener a la expedición. Pero los activistas han rechazado la oferta. "No tenemos ningún interés en abordar el barco", dijo ayer uno de los portavoces israelís. Como hizo con la Flota de la Libertad, les han ofrecido que descarguen la ayuda humanitaria en el puerto de Ashdod y, "si no contiene armas", ha prometido trasladarla a Gaza.

No se espera que Israel vuelva a cometer el error de abordar el barco en aguas internacionales a punta de pistola. Los activistas han dejado muy claro que no quieren jugarse la vida tras los nueve muertos que dejó el asalto israelí al Mármara. "Nos vamos a quedar en aguas internacionales", explico ayer Maguire. "Si Israel no nos deja llegar a Gaza e insiste en abordar el barco nos sentaremos como activistas no violentos. No vamos a resistir si los militares suben a bordo o tratan de arrestarnos, pero no daremos la vuelta", dijo la norirlandesa.

Donde Israel sigue dando palos de ciego, por cierto, es en su campaña de relaciones públicas para contrarrestar la oleada de críticas a su actuación con la flotilla. La oficina de prensa de su Gobierno envió ayer a los medios acreditados en Israel un vídeo burdo y embarazoso en el que se parodia a los activistas de Gaza con una versión de We are the World. Horas después pidió perdón diciendo que no representa la política de Israel.