Concepción Cobos y Paola Simone eran camareras de la embajada española ante el Vaticano. Vivían en dos apartamentos dentro del palacio Monaldeschi, en la Piazza di Spagna, de Roma, sede de la embajada. En abril, el embajador Carlos Abella se presentó con un cerrajero para forzar la puerta de esas dependencias. Abella las conminó a irse y les ofreció, según la versión de las camareras, una especie de cuarto trastero y sin lavabo.

El abogado de las camareras, Francisco Morán, relató a este diario que la sargento de la Guardia Civil que presenció la escena advirtió al embajador de que, si entraba sin permiso, incurriría en allanamiento de morada. "¡Usted está bajo mis órdenes!", le espetó el embajador, según la versión del letrado. "O se van o las voy a despedir", añadió. Y así fue. Abella argumentó a este diario que "había irregularidades en los servicios" de las camareras.

HISTORIA COMPLEJA

¿Y por qué la toma un embajador con dos modestas empleadas? De hecho, éste es sólo un episodio más en la compleja historia de la Obra Pía de Roma, una institución eclesiástica que dirige el embajador de España ante la Santa Sede y que tiene 28 edificios (220 pisos y 40 tiendas) en la capital italiana. Una propiedad envidiable en las mejores calles de Roma.

Los inmuebles eran de la Iglesia española, pero la Conferencia Episcopal no ha intentado recuperarlos después que sus predecesores los "encomendasen" al Estado para soslayar las expropiaciones anticlericales durante la ocupación napoleónica del siglo XIX y al nacer el Estado italiano (1870). Tradicionalmente, esos pisos eran puestos a disposición de personalidades. Uno de ellos, en la Piazza Navona, ha destapado el escándalo. Abella decidió alquilar el inmueble a un político cercano a Silvio Berlusconi por 4.150 euros al mes (690.000 pesetas), cuando, por su ubicación, debería rondar los 6.000 euros.

El ministro consejero de la embajada y número dos de Abella, Jesús Julio López Jacoiste, discrepó con la operación y pidió una investigación del patrimonio inmobiliario de la Obra Pía. Eso le costó el puesto. Fue una decisión fulminante de Exteriores, a principios de la semana pasada.

Pero detrás hay más. La Obra Pía ha cerrado el último ejercicio con un déficit que se eleva a 614.324,40 euros. "La cifra no es exacta", replica el embajador, que desmiente las pérdidas. A principios de los 80 el patrimonio de la Obra había generado 200 millones de pesetas de beneficios recabados de los alquileres de los pisos, entonces muy bajos. Algo no funciona bien si ahora, a pesar de la liberalización de los alquileres y la subida de las rentas mensuales del 500% y hasta del 1.000% practicada por ese organismo, presenta tal déficit.

Dicha institución no puede operar con fines de lucro y los inmuebles los ha recibido gratuitamente a cambio de sufragar misas para los benefactores y practicar la beneficiencia.

MENOS MISAS

El déficit quizás también explique que los benefactores se hayan quedado con menos misas, pese a que ahora los alquileres son más altos que hace 50 años. Según el último balance de la institución, en el 2002 se sufragaron 5.000 misas a razón de 10,33 euros cada una, mientras que en los 70, los ingresos daban para 18.000 misas. En cambio, la Obra Pía invierte dinero en bolsa, lo que ha provocado unas pérdidas de 115.000 euros.