"Me cansé de esperar y decidí mandar a mi hija Jenny de vuelta a Ecuador". Olimpia Canchigna se iba a trabajar de empleada doméstica externa el 11-M del 2004 a las 7.30. Su hija Jenny había "cumplido 17 años el 14 de febrero, en una fecha muy señalada". Hacía un rato que había salido la chica hacia la institución religiosa en la que cursaba la ESO, en la plaza de Santo Domingo. "Será cosa de las madres, pero yo tuve un fuerte presentimiento. Encendí la tele para ver la hora que era y me encontré el atentado. Salí corriendo, porque sabía que mi hija a esa hora estaría pasando por Atocha". Fueron momentos de angustia. Pasaron horas hasta que supo que Jenny estaba en La Paz. "Luego, llegar, encontrarla. Estaba viva, parecía sana". Jenny tuvo mucha suerte. Sufrió contusiones, una lesión cervical, sordera transitoria. Llevó collarín unos días. Tuvo pesadillas demasiadas noches. Nunca volvió a querer coger el metro o el cercanías. Aún hoy le duele mucho la cabeza. "Pedí asistencia psicológica, pero a la niña le horrorizan los psiquiatras". Olimpia se despidió de su trabajo para poder atender a su hija, y para rellenar los cientos de papeles que "le piden a una" para solicitar la nacionalidad.

Al final, desistió. "Las promesas de los primeros días, que si ayudas, que si papeles, eran mentiras", sostiene Olimpia, aunque reconoce que hace meses que no consulta a la Administración sobre el caso de su hija, que en este último año ha cambiado de domicilio y de trabajo --ahora ejerce de peluquera cerca de Azca, los bajos del quemado edificio Windsor-- y que ha devuelto a Jenny a su Ecuador natal porque allí puede vivir sin miedo.

Un país "peligroso"

"El año pasado lo de Atocha, ahora lo del Windsor, no sé si merece la pena pedir la nacionalidad", reflexiona asustada. "Vivir en Madrid es peligroso", concluye. Pero a pesar de creerlo, quiere volver a reclamar "papeles" para su hija. "El 14 de febrero cumplió los 18, no sé si al estar otra vez en Ecuador y alcanzar la mayoría de edad, podrá volver a solicitar la nacionalidad", duda. De momento, apunta los datos de la Asociación de Víctimas del 11-M, para ver si alguien le asesora tras comprobar que hablar con la prensa no mejorará sus expectativas.

Para relatar su caso no puede hacer un alto en la jornada laboral. Así que explica las cosas mientras aclara el champú y se deja fotografiar con los guantes de aplicar el tinte. "Si quieres conservar un trabajo no puedes estar todo el día de ventanilla en ventanilla", reflexiona. Olimpia lleva siete años trabajando en España. Tras recuperarse del susto del 11-M, creyó que el atentado que afectó a su hija le valdría el derecho de "ganar" la nacionalidad española como "madre de una víctima". Hoy se siente decepcionada.