Ningún partido quiere mojarse. Más bien al contrario, parecen dispuestos a hacer sufrir al Gobierno hasta el último momento. Algunos, como el PNV, ya lo han anunciado: decidirán el mismo lunes por la noche si el martes apoyan, rechazan o se abstienen en la votación del decreto de la reforma laboral que aprobó ayer el Consejo de Ministros y que debe ratificar el Congreso de los Diputados la semana próxima. No son los únicos. Parece que otros grupos están tentados a hacer lo mismo. Desde luego, CiU, que esta vez quiere hacer valer su apoyo o su abstención. Solo ERC, que parece decidida a disputarle a Josep Antoni Duran Lleida la categoría de estadista, se ha mostrado predispuesta al acuerdo.Es verdad que los socialistas están negociando contra reloj, pero es probable que lleguen al martes sin saber siquiera si, como en la aprobación del tijeretazo, algunos grupos se abstendrán y eso permitirá sacar adelante el decreto. Y la cosa tiene poca gracia. Con una situación económica tan crítica y los mercados observándola con lupa, cabría esperar un poco más de responsabilidad de los políticos. Claro que los grupos de la oposición argumentan que presionan porque quieren mejorar el decreto, pero a nadie se le escapa que se aprovechan de la debilidad del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. El PP, no obstante, ha cambiado de estrategia. Su no tajante al decreto de reducción del déficit no acabó de ser bien entendido ni por sus socios europeos, ni por una parte de sus electores, ni desde luego por esos votantes del centro a los que quiere conquistar para ganar con amplitud las elecciones. Más que nada, porque los ciudadanos esperan de sus representantes un ejercicio de responsabilidad y de coherencia cuando las cosas vienen mal dadas para todos y no entienden que pongan sus intereses partidistas por delante del interés general. Así que ahora han rectificado y se han mostrado dispuestos a hablar con el Gobierno sin descartar, incluso, un voto favorable a la reforma del mercado de trabajo.

Nadie espera que eso ocurra, la verdad, pero al menos ahora, si optaran por el rechazo frontal, los ciudadanos habrían visto que al menos se han sentado a negociar. No se descarta que al final decidan abstenerse y permitan así que el decreto se apruebe solo con los votos socialistas. Sobre todo porque si Rajoy justificó el no al decretazo confiado de que se aprobaría, ahora no tiene esa seguridad.