Había miles de populares ayer en Sevilla. Su jefe, Mariano Rajoy, les convocó para celebrar una convención nacional y convencerles de que la cuenta atrás, la que marca el tiempo que tardarán en recuperar el poder, ha comenzado. Hacía años que en un macroacto del PP no se veía a tanto dirigente exultante. Huele a victoria y todos quieren acercarse a los que mandan (o sea, a los que en un futuro podrían repartir cargos), y los que se mostraron críticos tras la derrota del 2008 --incluido José María Aznar-- ayer asumían sin un pero la estrategia de Mariano Rajoy, esa que ahora le sitúa a casi 15 puntos de los socialistas.

"Son muchos los millones de españoles que desean que las encuestas se queden cortas", dijo ayer Aznar, que se puso a disposición de su sucesor. "Querido Mariano: sabes que podéis contar conmigo, en lo que pueda ser de alguna ayuda, como un disciplinado militante en esta gran tarea de sacar a España del paro, del retroceso social e institucional", aseveró el expresidente.

El actual responsable de FAES está convencido de que Rajoy, a la tercera, puede lograr no ya derrotar a los socialistas, sino la mayoría absoluta. Lejos queda ya el incendiario discurso que Aznar pronunció en el Congreso de Valencia (tras las últimas elecciones generales), en el que recriminó al presidente del PP que se hubiera desprendido de duros del partido como María San Gil. También Angel Acebes y Eduardo Zaplana quedaron fuera de un cónclave en el que Esperanza Aguirre amagó con rebelarse.

Pero Valencia y los gestos distantes que allí se vieron son historia. Ahora toca Sevilla (otra vez, como cuando Aznar situó al PP en el centro político en 1990), toca fingir que jamás hubo crisis interna y alabar a los gobiernos populares. El expresidente y su sucesor se fundieron ayer en un abrazo. Todo muy tierno.