Benedicto XVI sigue tensando la cuerda con el Gobierno español. Ayer, en su audiencia semanal en el Vaticano, aprovechó el recuerdo de los "días inolvidables" pasados en España para pedir a los católicos españoles "valentía" a la hora de "avivar su fe y transmitirla, siendo cristianos como ciudadanos y ciudadanos como cristianos". Es decir, valentía para hacer frente públicamente al "laicismo agresivo" que Benedicto XVI cree ver en el Gobierno español, cuya política asimiló el sábado, instantes antes de aterrizar en Santiago de Compostela, con el "anticlericalismo" de la Segunda República.

El Papa reiteró en su mensaje su radical oposición al aborto y a la eutanasia, así como su defensa a ultranza del matrimonio heterosexual. En este sentido, señaló que "todo lo que se haga" para ayudar al matrimonio entre hombre y mujer, a la familia tradicional y a las personas necesitadas y para acrecentar la grandeza del hombre y su inviolable dignidad "contribuye al perfeccionamiento de la sociedad" y que "ningún esfuerzo en ese sentido es en vano".

Mientras el Papa hablaba así en Roma, en Madrid, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero afirmaba en el Congreso que la reforma de la ley de libertad religiosa, aparcada por lo menos hasta la próxima legislatura como concesión a la Iglesia, es "conveniente", pero no una "necesidad imperiosa" ni "urgente" y que al no regular un derecho fundamental no se acometerá mientras no haya consenso político y social.

IGLESIA MANTENIDA Zapatero respondió así al portavoz parlamentario de ERC, Joan Ridao, sobre los motivos del aplazamiento. El diputado republicano acusó al presidente de no haber buscado el consenso y denunció que, mientras, el Estado tiene "mantenida" a la Iglesia, el Papa acusa al Gobierno de "un laicismo trasnochado que casi evoca la quema de iglesias de los años 30". El jefe del Ejecutivo replicó: "En España la libertad religiosa se ejerce sin nin- gún problema, no hay discriminación alguna por pertenecer a una confesión religiosa".