Paradoja primera del 11-M. Unos seres que vengan la muerte de iraquís, iranís, palestinos y la opresión del mundo occidental matando trabajadores, amas de casa, madres, hijos y estudiantes que se manifestaron para que esto no sucediera. Cuando gritábamos "No a la guerra" pedíamos salvar las vidas en cuyo nombre nos mataron.

Paradoja segunda. Mi madre llora cada muerto en Irak. Y después de los iraquís no creo que haya nadie más triste por lo que allí sucede. Y ya lo hacía antes de que matarais a su hijo, hijos de perra.

Paradoja tercera. Trashorras y Toro no se han sentado juntos en el juicio (cada uno en una esquina) y la mujer (¿exmujer?) de Trashorras, Carmen, la hermana de Toro, ni mira a este. Hasta ayer.

Paradoja cuarta. Las víctimas, los acusados no encarcelados y las familias de los imputados comparten pasillo, patio de fumadores y baños. La hermana de un muerto le ha pedido fuego al supuesto traficante de los explosivos que lo mataron, y se lo ha dado. Dada la cantidad de gente que hay por aquí, ninguno sabía quién era el otro.