Los familiares de presos etarras han asumido que el ciclo abierto tras la ruptura del proceso de paz les reserva un oscuro panorama. Están constatando que los tribunales han endurecido su actitud y que colaboradores de ETA que durante la tregua encontraron un trato favorable están de nuevo en prisión.

La defensa de los derechos de sus presos se ha convertido en la única baza que puede jugar ahora la izquierda aberzale, en el absoluto caos estratégico en el que se mueve Batasuna. Las exigencias en materia penitenciaria son vistas en su mundo como un ejercicio de justicia, un mero cumplimiento de la legalidad. Además, los transtornos que provoca la dispersión entre los familiares de presos los convierten en un icono de gran valor sentimental, pues se les identifica como quienes "más sufren las consecuencias del conflicto".

El discurso público de las agrupaciones de familiares se centra en reclamar el acercamiento de los presos, la puesta en libertad de quienes han cumplido tres cuartas partes de la condena y la excarcelación de los reclusos aquejados de enfermedades graves. Esas son las primeras palabras que salen de muchos padres y madres de presos. Aunque en su mayoría no muestran la menor crítica a ETA, en privado admiten su preocupación porque "parece que esto no se va a arreglar nunca".