Tres meses antes del 11-M, la Guardia Civil tuvo en sus manos a Jamal Ahmidam. Dos agentes lo abordaron junto a la carretera N-I cuando intentaba poner en marcha su BMW 530 blindado. Se identificó con un pasaporte belga a nombre de Yusef ben Salah. Carecía de la documentación del coche. En el maletero llevaba tres cuchillos, una maza "de las que hacen daño", dos maletas con ropa robada y un fajo de billetes de 50 euros "del tamaño de un dedo". "Racistas, os vais a enterar", amenazó nervioso a los agentes. Estos, en lugar de detenerlo para posteriores averiguaciones, le brindaron ayuda y gestionaron que una grúa le llevara el coche a Madrid.

El incidente no pasaría de ser una anécdota más de desidia si no fuera porque Ahmidam, inmolado en Leganés el 3 de abril del 2004, es considerado el jefe operativo del mayor atentado terrorista en la historia de España. Y porque las alarmas sobre un ataque yihadista no se habían disparado a raíz de la implicación española en la guerra de Irak. Solo después del suicidio de Leganés se supo quién era Ben Salah. Demasiado tarde.

La historia la narraron ayer, en el juicio del 11-M, los propios guardias civiles del cuartel de Buitrago (Madrid) que lidiaron con Ahmidam aquella fría madrugada del 5 de diciembre del 2003. Mientras patrullaban por la N-I, divisaron en un área de descanso, entre varios camiones, a un hombre con problemas en su coche. Uno de los agentes se sorprendió: por la mañana había dado el alto al mismo vehículo en otro punto de la carretera para dar paso a un cortejo fúnebre.

El hombre pidió a los guardias civiles que lo ayudaran a empujar el coche. Los agentes se extrañaron, porque el vehículo era automático. El hombre estaba "muy nervioso", así que empezaron a interrogarlo. Se identificó con pasaporte belga. Le preguntaron de dónde venía, y respondió que de Bilbao, de visitar a su hermana. "¿En que calle vive?", le soltaron. No supo responder.

MENTIRA EVIDENTE Era evidente que mentía", recordó uno de los agentes. Al revisar el maletero, descubrieron la maza, el fajo de billetes, los tres cuchillos y ropa sustraída de El Corte Inglés. Sin embargo, los agentes se limitaron a tramitar una denuncia por la posesión de los cuchillos.

A la pregunta de por qué no lo detuvieron, los agentes alegaron que "no era una hora adecuada para realizar las diligencias oportunas" y que el hallazgo de "dos camisas con chivatazo alarma no era motivo suficiente".

También declaró ayer Paco , el otro guardia civil que controlaba al confidente Rafá Zuhier, procesado por los atentados. Reiteró que, un año antes del 11-M, el chivato los puso al tanto de la trama asturiana. El abogado Gonzalo Boyé le preguntó si los datos hubieran permitido abrir "alguna línea de investigación seria". El agente respondió vacilante: "Si se hubiera investigado... Se sabía de Trashorras y Toro. Si se hubiera podido evitar...".

En la sesión, el juez Javier Gómez Bermúdez ordenó a la policía interrogar a un testigo protegido que acababa de comparecer y que dijo conocer el paradero de José Ignacio Fernández, Nayo , que puede ser acusado de encubrimiento.