Porfirio Lobo asumirá mañana el poder en Honduras en una ceremonia que no es la que habría soñado. Apenas media docena de presidentes habían confirmado hasta ayer su presencia en la ceremonia. Como la UE y la mayoría de la comunidad internacional --a excepción de EEUU y de un reducido número de países latinoamericanos--, el Gobierno ha descartado enviar al príncipe de Asturias, el representante habitual en este tipo de actos. Sin embargo, el PP ve en ese vacío "un error" y una posición "demasiado rígida", y ha designado como representante a Jorge Moragas, coordinador del área internacional.

El Gobierno justifica la ausencia del Príncipe y de cualquier otro miembro del Ejecutivo en la investidura porque rechaza que Lobo tome el relevo del golpista Roberto Micheletti, que derrocó a Manuel Zelaya el 28 de junio. Pese a que Lobo resultó ganador en unas elecciones sin incidentes en noviembre, España y buena parte de la comunidad internacional rechazan el resultado, ya que consideran que se celebraron en un marco de ruptura constitucional por el derrocamiento de Zelaya.

EL USO DEL VACIO "La democracia es muy frágil en Latinoamérica y conviene defenderla", afirmó ayer Elena Valenciano, secretaria de política internacional del PSOE. "No se puede poner al mismo nivel a Sebastián Piñeira que a Lobo, y estos vacíos diplomáticos se utilizan para marcar esa diferencia", añadió. Fuentes de Exteriores explicaron que, ante la ausencia del embajador, Ignacio Rupérez, que el Gobierno retiró tras el golpe de Estado, será el encargado de negocios quien represente a España.

El Ejecutivo no descarta reconocer a Lobo "próximamente", cuando vea por dónde va "el proceso de reconciliación nacional" que ha iniciado y Zelaya tenga "una salida honrosa".