Dijo lo que tenía que decir". Los dirigentes del PP defendieron ayer que la dureza de su jefe de filas en el debate sobre política antiterrorista está justificada por la situación y por la "falta de claridad" de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora bien, que estén de acuerdo con su líder no impide que alberguen temores sobre cuáles pueden ser las consecuencias de su intervención. La principal, que la sociedad española identifique como único culpable de la división política a quien se mostró más inclemente con su adversario. En el PSOE lo dan por hecho. Su número dos, José Blanco, augura que Rajoy acabará pagando la factura en votos.

Según fuentes de la dirección del PP, el primer paso que ayer dieron muchos de los dirigentes conservadores fue felicitar a Rajoy por su contundencia y claridad. El propio líder del PP, en una entrevista radiofónica, reconoció ayer que su discurso pudo resultar "duro", pero alegó que los dos últimos años y medio lo han sido más. Rajoy intentó trasladar la idea de que era su deber actuar así, y que no poner a Zapatero "de vuelta y media" le hubiera sido más "cómodo".

Pero, aunque el presidente del PP cree que es "una obviedad" que si ETA no pone bombas será porque el Gobierno "ha cedido", algunos conservadores otorgan a esta afirmación y a otras similares un efecto bumerán. Es decir, que les preocupa que los españoles perciban que no hay posibilidad de arreglar la situación debido a la acritud de Rajoy, frente al reconocimiento de errores y a la mano tendida del presidente.

Mientras, el Gobierno se limitó a hacer inventario de daños. Entendió que Rajoy "ha roto todos los puentes" de colaboración por su agresividad, pero consideró que no calibró los efectos que podía producir a los ciudadanos: "Pretendió dañar al presidente, pero acabó dañando al país", dijeron fuentes del entorno del jefe del Ejecutivo.