Mal año para los bolsillos de los consumidores eléctricos. Es decir, para prácticamente toda la población. El precio regulado de la luz (Precio Voluntario para el Pequeño Consumidor o PVPC) comenzó el pasado abril una escalada que ha continuado durante el verano y que, de cumplirse las previsiones de los especialistas, puede llevar la factura a rozar sus niveles históricamente más altos a finales de año. O incluso a superarlos.

Un consumidor tipo con 4,4 kilovatios (kW) de potencia contratada y un consumo anual de 3.500 kilovatios a la hora (kWh) pagó el pasado julio una factura mensual de 66,4 euros. Es decir, un 2,1% más que en junio, un 4,5% más que en enero, un 5,7% más que la media de los meses de julio entre el 2014 y el 2017, y un 8,6% más que doce meses antes. Comparado con el mismo mes del 2009, el recibo de julio fue un 31% superior, según los datos que recopila Francisco Valverde, consultor energético y analista del mercado eléctrico.

El experto calcula que, de continuar las tendencias actuales, dicho consumidor tipo tendría que pagar 71 euros en diciembre, un 5,3% más que un año antes. Desde el 2009, año en que comienza su serie de datos, la factura mensual solo ha sido más alta en enero, febrero y marzo del 2012 (73,2 euros) y en enero del 2017 (73,9 euros). Pero no es descartable que estas cotas sean superadas: desde comienzos de año Valverde ha elevado su estimación para diciembre de los 66 a los 71 euros debido a la evolución del mercado. En el conjunto del 2018, el desembolso sería de 788 euros, un 3% más que en el 2017, un 5,2% más que la media de los últimos cuatro años y el segundo más alto de la historia, solo por detrás del 2012 (793 euros).

Generación más cara

El encarecimiento de la factura de luz se debe básicamente a la subida de los precios mayoristas de la electricidad, uno de los tres componentes del recibo junto a los impuestos y los costes fijos (primas a las renovables y financiación de los déficits pasados del sistema, entre otros muchos). Estos precios están por encima de la media mensual de los últimos diez años desde mayo. Generar la energía está resultando este año más caro por la subida del petróleo, que arrastra al resto de fuentes fósiles; la subida del precio del carbón por la mayor demanda de China; y la escalada del precio de los derechos de emisión de CO2, que las centrales contaminantes deben comprar para operar.

"Los precios que estamos viendo son reflejo de lo que está sucediendo a los costes de la generación fósil, que se están viendo muy afectados por el alza de sus precios mayoristas: desde hace un año, un 30% en el caso del carbón y un 40% del gas natural. Y además influye el alza en el coste de los derechos de emisión, los cuales van directamente sumados a las ofertas que hacen los generadores, habiéndose multiplicado por tres su coste, con un incremento del 200%. Debido a unos cambios que ha realizado la Unión Europea en el mercado de derechos, la previsión para su coste es que siga subiendo por lo que, si no hay cambios, me temo a corto plazo no creo que veamos bajadas de precios significativas, salvo momentos puntuales de alta generación eólica", explica Valverde.

Falsa idea

La subida se ha producido pese a que, al contrario que en el 2017, ha llovido mucho. "Tenemos la falsa idea de que la generación hidroeléctrica es barata cuando no es así. Debido a cómo está diseñado nuestro mercado eléctrico, el coste del agua, teóricamente, solo es algo inferior a las tecnologías fósiles. La generación con agua solo es barata en momentos muy puntuales del año, cuando los embalses hidroeléctricos están con bastante reservas, superior al 85%, y todavía se prevé que aumenten, con lo cual necesitan desembalsar", apunta.

La nueva oferta renovable de las pasadas subastas, añade el experto, todavía tardará en estar disponible y es "muy insuficiente" para combatir estos precios. "A parte de todo esto, la concentración de poder por parte de unas pocas empresas tampoco ayuda, ya que no favorece que haya una competencia efectiva", sostiene.