No podía fallar nada. Una fotografía de Arnaldo Otegi sonriendo hubiera sido un tremendo error. Una imagen de Patxi López feliz, una catástrofe. Pese a que era una "cita histórica" para ambos, nada de cordialidad o triunfalismo. Y ambos se ajustaron al guión pactado: con idéntica presencia y protagonismo, Otegi consiguió no sonreír, y López estuvo distendido, pero sin excesos.

Triunfó la planificación, aunque cuesta imaginarse a los jefes de prensa de ambos partidos, con estilos tan opuestos, acordando los pormenores de un cuadro llamado a aparecer en todas las portadas de periódicos. Los dos socialistas, López y Rodolfo Ares --portador de la única corbata de la reunión--, tenían enfrente a Rufino Etxeberria, un "duro" con el que el riesgo de que se le escapara una sonrisa era nulo; a Otegi, el único que se preocupó de hablar cuando entraron las cámaras, como si quisiera resaltar que no habían ido solo a sacarse la foto; y a la joven Oiatz Dañobeitia. La escena, en una estancia vacía en la que predominaban los tonos negros, parecía la de unos rígidos jugadores de póquer ocultando sus cartas.

Sin sorpresas

El estricto control evitó sorpresas. Los periodistas fueron identificados uno a uno antes de entrar en el hotel donostiarra, ante el riesgo de que hubiera intrusos boicoteadores . El reportero del programa CQC , muy bien cubierto por los jefes de prensa socialista, no tuvo ninguna opción de desmarque. Otegi y López intervinieron ante un atril sin símbolos. Detrás, una gran fotografía de la bahía de La Concha, en un día nublado en el que intentaba salir el sol.